En el Gran Premio de Bahréin de 2020, el piloto francés, Romain Grosjean, sufrió un brutal accidente del que salió andando y consciente, pero que puso la piel de gallina. Su monoplaza se salió de la recta e impactó contra los límites del circuito; inmediatamente después su Haas ardía en llamas. El discutido Halo le salvó la vida.
Tras dejar la Fórmula 1, el francés logró su primer podio en la IndyCar el pasado fin de semana; quedó segundo en Indianápolis. «No es un mal día. Un poco decepcionado, pero también muy feliz. Ya le he dicho al equipo que no podemos estar decepcionados, porque hemos tenido un coche muy bueno. Quedar segundo en mi tercera carrera en IndyCar es algo grande», comentó tras la carrera.
«Se trata de no rendirse jamás», escribió Grosjean en sus redes sociales como acompañamiento a la imagen de su mano, con las secuelas obvias despúes del accidente, sujetando el trofeo de segundo clasificado en Indianápolis.
De su nueva experiencia en la automoción comenta las diferencias que encuentra con la F1. De hecho, señala que la IndyCar le obliga a estar más atento. «En Barber ya aprendí que aquí tienes que apretar desde la primera vuelta hasta la última. En la Fórmula 1, normalmente sólo lo haces en la salida y las primeras vueltas, porque luego las cosas se estabilizan y controlas los neumáticos. Aquí tienes que apretar todo el rato y aunque tengas una ventaja en el segundo stint eso no significa que vayas a ganar la carrera», reflexiona.