En el único diálogo de Platón que se desarrolla lejos del entorno urbano, a las afueras de Atenas, junto al río Iliso, en una tarde de verano y a la sombra de un plátano, Sócrates aprovecha su salida al campo para instruir a su adorado Fedro en contra de su ingenua fascinación por la Naturaleza. «Cuentan -dice Sócrates- que los sacerdotes del templo de Zeus en Dodona interpretaban los designios del dios escuchando los rumores del viento en las hojas de los árboles. Sin embargo, a mí los árboles no han querido enseñarme nada. Todo lo que sé lo he aprendido de los hombres». Con ello sancionaba Sócrates la reorientación de la filosofía griega desde su inicial preocupación por los...
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