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Monasterio, la candidata de Vox, cayó ayer en la trampa de Pablo Iglesias de la manera más ingenua y principiante. El líder de Podemos llegó al programa de la Ser con voluntad de irse, porque necesita la bronca, atraer el electorado perdido, salir de su irrelevancia. Y lo consiguió con una facilidad pasmosa, porque su contrincante se atascó en un bucle que a los de Vox les podrá reportar la satisfacción del desahogo pero ni un solo voto. Monasterio debería haberle contestado a Iglesias: «Yo sí condeno toda la violencia, no como usted, que no sólo no la condena, sino que la incita y justifica, como ha hecho con los últimos ataques a Vox en Vallecas y Navalcarnero». Punto. Pero...
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