A día de hoy, más de 840 millones de dosis de vacunas contra el coronavirus han llegado a brazos en todo el mundo. Esto es un enorme éxito científico: ha pasado poco más de un año desde que se detectó por primera vez el virus.
Pero lo que salva vidas es la vacunación, y la que se considera una de las mayores operaciones de la historia de la humanidad ha estado marcada hasta ahora por una distribución desigual, una demanda muy por encima de la oferta y progresos que distan mucho entre los diferentes países. Las comparaciones se vuelven difíciles en un entorno de acceso tan limitado y en el que entran en juego varias variables.
En general, como se puede ver en el gráfico superior, los países donde la pandemia ha golpeado más fuerte son donde ahora la vacunación va más avanzada, según el análisis de elDiario.es, basado en datos de Our World in Data y la Universidad Johns Hopkins. En Israel, Chile, Reino Unido y Estados Unidos los casos de COVID-19 acumulados hasta ahora superan los 5.000 por cada 100.000 habitantes y todos ellos han inyectado ya más de 50 dosis por cada 100 habitantes.
Por detrás de ellos, está la Unión Europea que, aunque de manera desigual, también ha estado fuertemente afectada por el coronavirus. La mayoría de los países que la integran ya han administrado más de 15 dosis por cada 100 habitantes, aunque menos de 50.
Pero si miramos con detalle, hay un grupo de naciones donde la pandemia también ha impactado con gravedad, que tienen igualmente un porcentaje relevante de población mayor y, sin embargo, van más atrasadas en la vacunación. Se trata principalmente de países de Latinoamérica y Europa del Este y se diferencian de los otros grupos por sus ingresos: se trata de países más empobrecidos.
En Brasil, México y Perú el virus ha causado casi tantas defunciones per cápita como en Estados Unidos, pero han administrado menos de una quinta parte de las dosis que ha inyectado el país norteamericano. Macedonia del Norte, Moldavia, Bosnia-Herzegovina y Ucrania están en una situación similar. Aunque han acumulado una incidencia de casos igual o mayor a los países de la Unión Europea, sus tasas de vacunación actual están alrededor de 1 dosis por cada 100 habitantes, mientras que la media de la UE está en 24.
En Brasil, que atraviesa ahora los peores momentos de la pandemia con el sistema sanitario colapsado en gran parte del país y un número elevado de muertes, la campaña tuvo un comienzo lento a pesar de su amplia experiencia en programas de vacunación masiva y ha lidiado con problemas de suministro, mientras muchos culpan al Gobierno por su estrategia.
Ucrania, uno de los países más pobres de Europa, se quedó por detrás de sus vecinos europeos por dificultades para el acceso y comenzó tarde su campaña, socavada también por la desconfianza ciudadana y la desinformación.
En el otro extremo, la vacunación avanza más lentamente en países menos afectados por la pandemia (cabe recordar que los datos de contagios registrados dependen de la capacidad de prueba, a su vez). Aun así, existen diferencias según la renta de cada país: en Australia y Nueva Zelanda se han administrado más dosis que en naciones igual o más afectadas como, por ejemplo, Egipto, Mozambique o Afganistán.
Destaca el ejemplo de Bután, un país de ingresos medios donde, aunque la incidencia acumulada de casos de coronavirus no es muy elevada, la vacunación va más avanzada que en la UE. Según Associated Press, el diminuto país del Himalaya ha cogido carrerilla y ha inoculado al 94% de los adultos en poco más de dos semanas (comenzó a inocular a finales de marzo). La velocidad reside en gran medida en la pequeña población del país, pero las autoridades también lo atribuyen a su exhaustiva planificación, con zonas de fácil acceso para el público y una correcta gestión de la cadena de frío.
Casi todos los países más afectados están, además, bastante o muy envejecidos, un factor de riesgo a la hora de contagiarse con coronavirus y poder fallecer. Entre ellos, destaca el caso de Armenia, un país más envejecido que la media (la población mayor supera el 11%), que acumula una mortalidad elevada por la COVID-19 pero que está en la cola en la vacunación, como se puede ver en el anterior gráfico.
Todos los países del mundo que han introducido las nuevas vacunas contra el coronavirus, ya sean de ingresos altos, medios o bajos, han tenido dificultades para desplegarlas en mayor o menor medida.
Pero la diferencia en el ritmo de la vacunación entre los países pobres y ricos es abismal. Las dosis inyectadas en las naciones de altos ingresos multiplican por 175 las administradas en las de ingresos bajos.
Entre los países más avanzados en la vacunación hay territorios pequeños en población y geografía, como Emiratos Árabes Unidos o Baréin.
Pero a la cabeza están también buena parte de los países ricos que han comprado el mayor número de dosis por habitante: Reino Unido, Israel, EEUU, Chile y el bloque de la Unión Europea, según el análisis de elDiario.es, basados en los datos de Our World in Data y el Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad Duke (EEUU). Otros como Australia y Nueva Zelanda, que adquirieron un alto volumen de dosis por habitantes, comenzaron más tarde a inmunizar a su población.
En otras palabras, la firma de acuerdos de suministro con antelación “ha facilitado mucho” las cosas a estos países, “aunque ahora las empresas farmacéuticas dicen que no pueden cumplir con los nuevos acuerdos hasta dentro de un tiempo”, dice Agathe Demarais, directora de pronósticos globales de The Economist Intelligence Unit.
Un ejemplo claro en este sentido es Israel, que a menudo sobresale por su esprint en la vacunación. Su éxito se ha atribuido al reducido tamaño de su población y su sistema sanitario muy digitalizado, pero también a que aceptó el envío de datos clínicos sobre los efectos a Pfizer y a su capacidad de pagar un precio elevado.
A lo largo de estos meses se han redoblado las críticas contra el acaparamiento de vacunas que ha dejado al final de la cola a las partes del planeta con menos recursos. Los países ricos reservaron por adelantado tantas dosis como fuera posible antes de saber cuáles serían eficaces para aumentar sus posibilidades. “El 15% de la población mundial ha reservado la mitad de los suministros para 2021”, recuerda Demarais, quien señala que la producción es ahora “el principal cuello de botella prácticamente” en todo el mundo.
Las primeras compras las hicieron dos países con capacidad de desarrollo de vacunas, EEUU y Reino Unido, en mayo de 2020, según los investigadores de Duke. Les siguieron de inmediato los países ricos y algunos de renta media. A finales del verano de 2020, Reino Unido, los países de la UE y Canadá habían comprado suficientes dosis para cubrir a su población varias veces. Al margen de COVAX, el mecanismo global de reparto equitativo, las primeras compras de los países pobres no llegaron hasta enero de 2021, a través del sistema de compra conjunta de la Unión Africana para fortalecer su posición en el mercado.
Muchos países de América Latina, África y Asia aún no han podido comprar suficientes vacunas para cubrir a su población. Y COVAX, cuya capacidad de compra se ha visto perjudicada por el acopio de dosis mediante acuerdos bilaterales, prevé distribuir volúmenes muy bajos en este primer semestre.
Los países ricos pudieron negociar compras mediante la inversión de grandes cantidades de fondos públicos en la investigación y el desarrollo y su poder adquisitivo para asegurarse varias vacunas candidatas. Con un poder adquisitivo limitado, los países de ingresos medios han usado otras estrategias para ponerse al frente de la fila. Por ejemplo, algunos con capacidad de fabricación, como India y Brasil, lograron negociar grandes compromisos. Varios países de ingresos medios, incluida India, también tienen programas sólidos de desarrollo de vacunas y cuentan con sus propias candidatas, aunque estas no están tan avanzadas en el proceso como las principales de los países ricos.
Andrea Taylor, subdirectora del Centro de Innovación en Salud Global de Duke, profundiza un poco más la experiencia de los países de ingresos medios altos, como Brasil, Indonesia y China.
En general, explica la experta, son países a los que no les falta financiación pública para comprar vacunas, y pone los ejemplos de México y Brasil. Pero, a diferencia de los países ricos, este grupo estaba “menos dispuestos” a arriesgarse a comprarlas sin saber si funcionarían, lo que los colocó detrás en los grandes pedidos de Pfizer-BioNTech, Moderna y Oxford-AstraZeneca y significó que sus fechas de entrega eran generalmente posteriores. Además, la mayoría de las dosis que han recibido la autorización de autoridades reguladoras estrictas se fabrican actualmente en territorios de altos ingresos, muchos de los cuales aprovecharon su inversión (y, a veces, los controles de exportación) para garantizarse prioridad en la entrega.
Aunque las economías de ingresos medios altos han comprado millones de dosis, a principios de abril se les habían entregado pocas, lo que se traduce en tasas de vacunación más bajas.
“Muchos de estos países tienen capacidad de fabricación y contratos para producir vacunas contra la COVID-19, pero esto no se traduce en un suministro nacional”, señala Taylor en un artículo en la web del centro, y pone como ejemplo Indonesia, México y Tailandia. Después está el caso de Rusia, que financió el desarrollo, las pruebas y la fabricación de vacunas de producción nacional, pero está “tan limitada por los cuellos de botella internos en la producción que depende de socios fabricantes” en otros países. China, que también tiene vacunas desarrolladas a nivel nacional, tiene mucha más capacidad de producción, recalca la investigadora.
Destaca el caso de Brasil, donde hay empresas que tienen acuerdos para fabricar los preparados de Oxford-AstraZeneca, Sputnik V y Coronavac de Sinovac, para distribución nacional y regional. “Pero las dosis no se están materializando” y solo el 3,5% de la población ha recibido la vacuna completa. Taylor dice, no obstante, que hace falta comprender mejor por qué la producción en este grupos de países va tan rezagada y aclarar las causas de los cuellos de botella.
El ejemplo de Canadá muestra cómo las compras de dosis, las entregas y las vacunaciones no siempre van de la mano. El país se ha enfrentado a un retraso tras otro por parte de los fabricantes. En su contra, según los expertos de Duke, han podido jugar tres factores: apostar más por vacunas que han tardado en llegar al mercado (como la de Janssen), las negociaciones y los contratos opacos (parece que no negoció plazos de entrega favorables) y falta de capacidad de fabricación. Solo un 2% de la población ha recibido la vacuna completa hasta ahora en Canadá.
Esta tasa es aún más baja (0,51%) en Japón, donde el comienzo ha sido lento y hay una reticencia histórica sobre las vacunas. La desconfianza y la desinformación han sido también obstáculos que los países están teniendo que superar en su inmunización contra el coronavirus.
Es el ejemplo de Francia, una de las naciones que menos personas dispuestas tienen a vacunarse, según las encuestas. La población también es reacia en Rusia. Encuestas recientes muestran que casi dos tercios (62%) de los rusos no están dispuestos a ponerse la Sputnik V. La mayoría citaron los efectos secundarios como la razón principal.
La campaña de inmunización tuvo un arranque lento en India, el segundo país más poblado del mundo. Los casos habían caído mucho desde septiembre y la aceptación, en un inicio, fue más baja de lo esperado entre los trabajadores de primera línea. Hubo quienes dudaron a la hora de ponerse Covaxin, la vacuna desarrollada localmente que comenzó a utilizarse antes de publicar los resultados de la fase 3 del ensayo clínico (la fase final, con más participantes y clave para la observación de la eficacia). Pero India ha pisado el acelerador en las últimas semanas en la inmunización y ha restringido las exportaciones (con especial impacto en los países pobres) mientras lucha con niveles de infecciones de COVID-19 nunca vistos. Ya es el segundo país del mundo con más casos de coronavirus acumulados, solo detrás de EEUU, y algunas encuestas muestran que los niveles de reticencia han caído.
China fue uno de los primeros países en comenzar a inocular y ha exportado millones de dosis, pero su tasa de vacunación se ha quedado por debajo de la de otras naciones. Ahora, el gigante asiático está acelerando el ritmo. Una encuesta del Foro Económico Mundial-Ipsos mostró en diciembre niveles altos de disposición de la población china a inmunizarse, pero fue el país que más respondió que su mayor razón para no ponerse la vacuna era no tener suficiente riesgo de sufrir COVID-19. China ha tomado medidas contundentes con las que ha conseguido contener el virus, y hay expertos que destacan que la baja percepción del riesgo de contagio es uno de los factores que influyen en su programa.
La distribución global de las dosis también se enfrenta a otros desafíos, por ejemplo, dirigirse a poblaciones grandes y grupos de edad diferentes a los que muchos países están acostumbrados con sus programas de vacunación infantil. Ahora hay que utilizar esta infraestructura para llegar a las poblaciones de edad avanzada.
También hay cuestiones logísticas, como el suministro de agujas y viales, la eliminación adecuada de residuos o la capacidad de cadena de frío para almacenar las dosis, especialmente en lugares rurales y remotos. Las vacunas contra el coronavirus son nuevas y algunas deben conservarse en congeladores de temperatura ultrabaja, lo que condiciona el acceso de muchos territorios a los preparados de Pfizer y Moderna, por ejemplo.
Una puesta en marcha exitosa de una estrategia de inmunización también requiere planificación, fuertes campañas de información, fondos, infraestructura de transporte, capacidad en los centros de salud, suficiente personal. “La disponibilidad de personal sanitario es especialmente grave en Asia, en países como China o India”, ejemplifica Demarais.
En África, la mayoría de los países no habían recibido sus primeras vacunas hasta hace apenas un mes y en pequeñas cantidades, y afrontarán más retrasos en las próximas semanas por las restricciones a la exportación en India.
El ritmo del lanzamiento de las vacunas no es uniforme: más del 90% de las dosis se han administrado en solo 10 naciones, con Marruecos y Nigeria a la cabeza.
Países como Ghana, Ruanda y Angola han inyectado una parte importante de su suministro en un corto espacio de tiempo, ayudados por, entre otras cosas, la formación previa del personal, la elaboración de listas previas de grupos prioritarios y la comunicación temprana con la población. "Los esfuerzos de sensibilización han sido clave para gestionar las dudas entre las personas mayores en un contexto de suministros limitados", ha dicho la OMS.
Al mismo tiempo, naciones como Benín, Liberia, Sierra Leona y Sudán del Sur se han enfrentado a retrasos por una variedad de problemas, entre ellos limitaciones en cuanto a financiación, planificación y escasez de recursos humanos. En Malaui, un país donde la población respondió en un principio con entusiasmo y largas colas en los puntos de vacunación, las dudas han contribuido a reducir la aceptación. Según informa The Guardian, el país va a destruir 16.000 dosis de AstraZeneca caducadas.
Numerosos expertos y organizaciones de la sociedad civil llevan meses exigiendo a gobiernos y fabricantes que pongan fin a la desigualdad en el acceso a las vacunas. En concreto, la OMS aboga por garantizar que la población más vulnerable y de mayor riesgo de todos los países sea vacunada en primer lugar, antes de que se distribuyan dosis a la población general con menos riesgo de desarrollar una enfermedad grave o de morir. Por eso pide a los gobernantes que donen sus excedentes de dosis a COVAX y paren de firmar acuerdos bilaterales con las farmacéuticas. La agencia argumenta que una crisis global necesita una respuesta global, y que, frente al llamado “nacionalismo de vacunas”, la equidad es la forma más rápida de acabar con la pandemia a nivel mundial.