SANCTI SPÍRITUS.— A sus espaldas, la ciudad los admira, boquiabierta. Se mueven de un lado hacia otro sin sostén en sus pies. La música de un bafle deleita a los curiosos que no dejan de alzar la cabeza al pasar cerca de la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena.
—¿Acróbatas?—, preguntan, mientras se estremecen al ver como suben y bajan con brocha en manos.
—Restauradores—, responde desde una de las escasas sombras del parque Serafín Sánchez Valdivia, alguien que asegura haber visto cómo en pocos días ha cambiado la fachada de la vetusta edificación de 1929.
«Yo les digo jocosamente que tienen complejo de murciélagos porque disfrutan trabajar colgados», cuenta Yasmany Alpízar (conocido como el Indio), líder de Visualis, proyecto de la filial provincial del Fondo de Bienes Culturales (FBC) con experiencia en intervenir edificaciones patrimoniales.
Son diez espirituanos, en su mayoría jóvenes, quienes integran dicha brigada. Han laborado en significativos enclaves, como el recién devuelto a la vida Teatro La Caridad, en Trinidad; el Restaurante 1514, de la ciudad del Yayabo, y ahora la biblioteca provincial, una de las construcciones más hermosas de esta urbe.
«Es nuestro interés intervenir en ese tipo de inmuebles, que nos obligan a respetar sus arquitecturas, sus valores pictóricos… Vivimos en una provincia con dos de las primeras villas fundadas por los conquistadores, por lo que sabemos que tenemos mucho trabajo por delante», expresa quien conduce las riendas del grupo y ostenta un título en la especialidad de Pintura de la otrora Academia de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera, de Trinidad.
—¿Cuánto ha influido tu formación en esa decisión?
—En cuatro años de estudio adquirí conocimientos que hoy son vitales para que nuestras labores tengan calidad. No soy el único con formación artística, así que entre todos estudiamos, pedimos un diagnóstico al Centro provincial de Patrimonio, analizamos particularidades, valores, carta de colores… y entonces proyectamos lo que haremos según el interés de la entidad que nos contrate. Los que no han tenido la posibilidad de estudiar en academia les enseño: eso también me gusta.
—Sacar de la ruina al emblemático teatro trinitario, por años en un estado constructivo deplorable, sin dudas fue una prueba de fuego…
—Sí, lo fue. En esa ocasión invité a otros artistas para que nos acompañaran. La labor de conjunto fue clave para que hoy ese inmueble exhiba una imagen y confort de lujo. Y ahí está, con su estilo neocolonial, en la céntrica calle de Jesús María de la ciudad Museo del Caribe, para ser disfrutado por todas las personas. Fue un buen regalo por el aniversario 507 de esa villa.
—¿Cómo pueden adquirir los materiales que por las propias particularidades de los inmuebles patrimoniales exigen las restauraciones?
«Son costosos. Aprovechamos lo que las entidades que nos contratan nos dan, pero otros muchos los adquirimos en las tiendas en MLC, por ejemplo, la masilla y pinturas. A veces nos hemos visto obligados a utilizar elementos modernos, como en la cubierta interior de La Caridad, que estaba totalmente destruida. En toda el área desde la platea hasta el escenario debimos emplear una moderna estructura metálica procedente de España, pero es algo que se hace tras analizar con los especialistas y agotar todas las opciones posibles», explica.
Cerca del diálogo con el Indio, miembro de la filial espirituana de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), tres muchachos se colocan los arnés, cuerdas, cascos y cuanto elemento de protección los mantiene seguros mientras cuelgan del techo de la edificación de dos plantas. La otra parte de esta tropa labora en el falso techo del laboratorio que le nace a Sancti Spíritus para enfrentar la COVID-19.
Desde el balcón, Arith Rodríguez Felipe, uno de los «alpinistas de ciudad», como han bautizado al colectivo, intenta esquivar las preguntas. Dice preferir la altura antes que la grabadora.
—¿No sientes miedo?— prácticamente le grito pues entre la música, el aire y el nasobuco, creo que no me escucha.
—¿Respondo literal, periodista? Pues sí, porque las piernas quedan en el aire, pero después de un rato te acostumbras—, deja escapar quien conoce también los secretos de la espeleología, y con una destreza llamativa da un salto de solo pegar los pies cubiertos con medias, y cae donde los muros no me dejan verle.
«Ellos están preparados. Han pasado cursos en La Habana sobre el trabajo vertical, conocido como técnica del alpinismo, la única que nos ha permitido intervenir en la fachada de la biblioteca: el área más complicada por la mugre y el hongo propios de estar en constante interrelación con el medio», acota Yasmany, quien no les pierde ningún movimiento acrobático a sus muchachos.
—¿Satisfecho con lo logrado por Visualis?
—Trabajamos con mucha entrega y pasión porque nos interesa aportar en el cuidado y conservación de nuestro patrimonio. Aunque aceptamos laborar en instituciones modernas, como en el Laboratorio de Biología Molecular de la provincia, para nosotros de gran importancia por su impacto en la batalla contra el SARS-Cov-2. Pero, sí pensamos que no dejar morir nuestro pasado es legarle al futuro el sentido de los que somos.
Razón por la que los muchachos de Visualis, desde diferentes puntos del corazón de la urbe del Yayabo, no sólo regalan un espectáculo por desafiar la gravedad, sino por defender parte de nuestra memoria al salvar el patrimonio de la nación.