El 16 de mayo de 1929, el Hollywood Roosvelt Hotel acogía en sus salones la primera edición de los premios Oscar. El magnate y empresario cinematográfico Louis B. Mayer había fundado dos años antes, junto a otro puñado de personalidades, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, desde donde impulsó la creación de estos premios porque, según decía, la mejor manera de controlar a los cineastas era regalándoles galardones.
En esta primera edición se premiaban las películas de los últimos dos años y las nominaciones se podían realizar dentro de una misma categoría por múltiples películas. Estas no fueron las únicas peculiaridades, puesto que los ganadores de las estatuillas fueron anunciados tres meses antes de que se celebrase la ceremonia.
De todos los ganadores, el primero en recibir el Oscar fue el actor Emil Jannings, que se impuso a Richard Barthelmess en la categoría de Mejor actor principal gracias a sus interpretaciones en ‘El destino de la carne’, de Victor Fleming y ‘La última orden’, de Josef von Sternberg. Según la periodista Susan Orlean, el ganador real de la votación fue el perro Rin Tin Tin, quien se hizo famoso por protagonizar una serie de películas de aventuras en la década de los 20. La Academia, temiendo no ser tomada en serio si le otorgaban el galardón a un animal, decidió concedérselo al subcampeón humano.
Sea como fuere, Jannings recibió el premio un mes antes de la ceremonia, ya que en esa fecha tenía previsto un viaje para visitar a su familia en Alemania, siendo además el primer actor no estadounidense en conseguirlo. Para inmortalizar el momento, el departamento de publicidad de la Paramount Pictures le fotografió sosteniendo la estatuilla en avance de lo que después sería el ‘star-system'.
Una vida de película
Pero la historia de Emil Jannings comienza en el viejo continente, más concretamente en Rorschach, Suiza, donde nació en 1884. Su padre era un empresario estadounidense de St. Louis y su madre era un inmigrante alemana, gracias a la cual obtuvo la nacionalidad germana. Se mudó a Leipzig siendo todavía un niño y con 16 años se escapó de la escuela para hacerse a la mar. Pero pronto se dio cuenta de que el oficio de marinero no era su verdadera vocación. A su vuelta, mostró interés por las tablas y comenzó su carrera actuando para diferentes compañías teatrales como actor ambulante hasta que fue captado para el Deutsches Theatre por el reputado director teatral Max Reinhardt.
Berlín (Alemania), 1930. Un momento de descanso en el rodaje de 'El Ángel Azul'. Jannings (sentado con gafas) sostiene a Marlene Dietrich. En el medio, con bigote, Von Sternberg. Junto a ellos, visitantes españoles: la esposa e hija del entonces embajador en Berlín, Espinosa de los Monteros; el señor Vidal, consejero de la embajada; señor Rodiño, agregado de prensa y el secretario señor Triviño, con sus respectivas esposas
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Archivo ABC
Jannings creció en el Berlín de los años 20, dentro de la escena cultural de la República de Weimar, tras la Primera Guerra Mundial. Allí entabló amistad con otros artistas, como el dramaturgo Karl Vollmöller (quien curiosamente años más tarde colaboró en la escritura del guión de una de las películas más populares de Jannings, ‘El ángel azul’), la fotógrafa Frieda Riess o el por aquel entonces actor Ernst Lubitsch, que a la postre gozaría de una larga carrera como director de cine haciendo carrera en Hollywood. Este fue el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo profesional de una estrella en ciernes.
Según la periodista Susan Orlean, el ganador real del primer Oscar a mejor actor fue el perro Rin Tin Tin. La Academia, temiendo no ser tomada en serio, decidió concedérselo Jannings
Jannings desconfiaba de la limitación de las posibilidades expresivas del cine mudo, pero aun así los encantos del séptimo arte terminaron por convencerle, dando sus primeros pasos en el celuloide tras firmar un contrato con los estudios UFA. Pronto comenzó a destacar como un actor de carácter convincente y versátil, dotado de una gran mímica y especializado en papeles de personajes excéntricos. A finales de la década de 1910 apareció en algunas de las primeras películas dirigidas por su colega Ernst Lubitsch formando pareja en pantalla con Pola Negri.
El éxito iba llegando y no pasó inadvertido para el director F.W. Murnau, quien vio en él al protagonista idóneo para sus proyectos de carácter expresionista. El primer filme en el que colaboraron juntos fue ‘El último’, en el que Jannings encarna al orgulloso portero de un lujoso hotel que es respetado por todo su vecindario hasta que es degradado de su cargo y convive con un horrible sentimiento de vergüenza y culpabilidad, evitando que nadie se entere de lo sucedido.
Jannings volvió a trabajar para Murnau en dos ocasiones más. En 1925 interpretó a Tartufo en la adaptación de la obra de Molière a la gran pantalla. Un año después interpretó al Mefistófeles de Goethe en la adaptación de Fausto, dotando al personaje de una gran variedad de matices incluso con las restricciones del cine mudo. Gracias al éxito de estas películas, ambos, F.W. Murnau y Emil Jannings, abandonaron Alemania para comenzar la aventura americana.
La llegada a Hollywood
La Paramount Pictures puso al actor suizo un contrato encima de la mesa por tres años y este concretó su llegada a la meca del cine, donde rodaría cinco películas. Jannings cayó de pie en el frívolo ambiente social de Hollywood, entablando amistad con estrellas como Greta Garbo. Pese a ello, su personalidad vehemente e irascible le hizo ganarse fama de ser un actor difícil de dirigir.
Su primera incursión en Hollywood vino de la mano de Victor Fleming en ‘El destino de la carne’, película perdida de la que en la actualidad no existen copias. Mientras tanto, Jannings seguía acumulando tantas discusiones en los sets de rodajes como proposiciones subidas de tono a las actrices con las que compartía pantalla.
Tras un primer año en el que trabajó con regularidad, formó sociedad con el director Josef von Sternberg en ‘La última orden’. En ella interpreta a un soberbio general del ejército del zar Nicolás II que goza de una privilegiada posición social, hasta que se ve sorprendido por la Revolución rusa y empujado a emigrar a los Estados Unidos para malvivir como figurante en una producción cinematográfica que guarda serios paralelismos con su propia vida. Las monumentales broncas entre Jannings y von Sternberg fueron sonadas durante el rodaje de la película, pero finalmente el papel le acabó granjeando un Oscar.
Pese a todo ello, el tema de conversación más recurrente de los invitados a la primera ceremonia de los Oscar, en la que el propio Jannings estuvo ausente, fue el punto de inflexión que había supuesto el estreno por parte de la Warner Bros de ‘El cantor de jazz’, primer filme sonoro de la historia.
Y llegó el cine sonoro... y su vuelta a Alemania
La tendencia de las grandes productoras fue lanzarse al mercado del cine sonoro. Jannings, que hasta ese momento se había desenvuelto con maestría en el cine mudo, tenía frente a sí el difícil reto de adaptarse al cambio. Su prueba de fuego fue ‘Perfidia’, de Lewis Milestone, en la que su marcado acento alemán hizo que el director tomase la decisión de doblarle, cosa a la que el actor suizo se negó tajantemente. Esto produjo el fin de la aventura hollywoodiense de Jannings, que regresaría a Alemania en 1930.
A su vuelta, trabajó de nuevo bajo las órdenes de Josef von Sternberg en ‘El ángel azul’, donde interpreta a un estricto profesor que acude a un cabaret para salvar de la degradación moral a sus jóvenes alumnos y que termina por verse atrapado por las seductoras artes de una cantante interpretada por Marlene Dietrich, a quien el papel le catapultaría al estrellato.
Con Hitler y Goebbels muertos, los informes cuentan cómo Jannings trató de esgrimir su Oscar frente a las tropas aliadas para salvar su propia vida
Durante el rodaje, las viejas rencillas entre actor y director volvieron a reavivarse, esta vez motivadas por el exceso de protagonismo que Josef von Sternberg concedía a Marlene Dietrich, con quien mantenía un romance en la vida real. El crítico cinematográfico Andrew Sarris dijo que «el ascenso de Lola-Lola y la caída del profesor Immanuel Rath en la película es paralelo en la vida real al ascenso de Marlene Dietrich y la caída de Emil Jannings». Además, el estreno de la película coincidió con el auge del nacionalsocialismo, por lo que Josef von Sternberg, de origen judío, decidió regresar a Estados Unidos junto a Marlene Dietrich, quien firmó un contrato con la Paramount.
Tras la llegada de Hitler al poder, Jannings abrazó el nazismo y volvió a recuperar en Alemania el prestigio que había perdido. Sirvió al Partido Nazi como actor de referencia y cara visible del aparato propagandístico del Tercer Reich, especializándose en dar vida a personajes históricos que encarnaban los valores alemanes más tradicionales. El ministro de Propaganda y mano derecha de Hitler, Joseph Goebbels, le condecoró como actor del estado en 1936.
El éxito volvió a abandonarle nuevamente tras la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Durante la primavera del 45, tuvo que abandonar el rodaje de su última película por culpa de un asedio militar. Con Hitler y Goebbels muertos, los informes cuentan cómo Jannings trató de esgrimir su Oscar frente a las tropas aliadas para salvar su propia vida. Pero su rol activo como actor del régimen nazi no pasó inadvertido para las autoridades aliadas, que pese a los ruegos del actor, ordenaron que le fuera aplicado el proceso de desnazificación y se le prohibió volver a trabajar en cine o teatro, incluyéndole en la lista negra. Tras obtener la nacionalidad, se retiró a Austria, donde pasó sus últimos años solo y amargado hasta que un cáncer de hígado se lo llevó en 1950, a la edad de 65 años.
En 1960, Hollywood decidió honrar de manera póstuma a Emil Jannings con una estrella en el Paseo de la Fama gracias a la contribución artística de sus películas, porque pese a su pasado nazi, no se olvidaron del primer ganador de la estatuilla.