La ruta se planifica con bastante antelación para salir desde primera hora del hospital Virgen de la Luz de Cuenca camino de las residencias y centros sociosanitarios que los profesionales deben visitar durante la jornada. No es raro ver a estos sanitarios —que integran la Unidad de Continuidad Asistencial de Primaria y Medicina Interna (Ucapi)—, colocar en el vehículo, a primera hora de la mañana, las dosis que van a necesitar (guardadas en un nevera portátil) junto con todo el material necesario (las jeringas, agujas, desfibrilador, oxígeno y un ordenador portátil), que van a utilizar en este viaje cargado de esperanza y de vacunas contra el coronavirus para los mayores de la provincia conquense.
La labor que realizan los profesionales de la Ucapi Sociosanitaria —que se creó en el año 2017 con la prioridad de atender a los pacientes crónicos y a las personas mayores— ha sido importantísimo y han jugado un papel esencial con la llegada de la vacuna, que ha servido para llevar vida e ilusión a los residentes de unos recursos que en plena virulencia de la pandemia se llenaron de dolor y muerte.
«Tenemos la esperanza de que, con la vacuna, al menos la vida dentro de las residencias cambie algo. De verlos encerrados en sus habitaciones a pensar que a partir de ahora podrán hacer una vida, entre comillas, normal, es muy gratificante para nosotros», ha afirmado Antonio Gálvez, coordinador de los tres equipos —médicos, enfermeros y un trabajador social— que conforman la Ucapi Sociosanitaria, dispositivo integrado en la Unidad de Continuidad Asistencial de Primaria y Medicina Interna de la Gerencia del Área Integrada de Cuenca, que está en el hospital Virgen de la Luz y que se ha encargado de la vacunación de los trabajadores y los usuarios de las 29 residencias y seis centros sociosanitarios que hay en esta provincia.
Proceso concluido
«Hay mayores que están muy contentos porque tenían ganas de salir y ver a su familia. El no poder ver a sus seres queridos les ha hecho mucho daño. Sufren por esta situación», ha reconocido a través de la línea telefónica Antonio Gálvez, que se muestra muy optimista por haber terminado con la vacunación de la segunda dosis, aunque reconoce que todavía queda pendiente el centro Aspedec y la residencia de Priego, donde se produjeron brotes y están pendientes de concluir el proceso.
Constantino González Piñol, de 98 años, el primer vacunado en esta provincia
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Sescam
«El trabajo de la Ucapi-Sociosanitaria no se circunscribe solo a la vacunación; hacemos atención integral. Nos conocen porque ya íbamos antes. No somos gente extraña que ha llegado ahora a vacunar», ha apuntado el enfermero Gálvez. «Empezamos a entrar en residencias incluso un poco antes de que llegara el Covid para atender a las personas mayores. Aunque con la primera ola se multiplicó el trabajo», recuerda.
El enfermero rememora que la llegada del coronavirus cambio todo el trabajo que hasta ese momento estaban realizando. Se han creado tres equipos itinerantes porque la tercera ola ha vuelto a hacer mucho daño, sobre todo en las residencias que no habían sufrido brote ni en la primera ni en la segunda ola. «Esto ha sido muy doloroso porque entre la primera dosis y la segunda han muerto algunas personas de edad muy avanzada», se lamenta.
Desde que en diciembre comenzaran a llegar las primeras vacunas de la firma Pfizer contra el Covid-19, el día a día de estos profesionales está planificado al milímetro para cumplir con el calendario previsto. El número de vacunas que se ponen en cada jornada varía mucho dependiendo del tamaño de los centros que visitan y de la distancia entre los municipios a los que se desplazan.
El sanitario calcula que han llegado a aplicar en un solo día un máximo de 700 vacunas, coincidiendo con el temporal Filomena que cubrió con un manto blanco la provincia conquense. «Esa semana se vacunó de ocho de la mañana a prácticamente diez de la noche. Pudimos llegar a los sitios a pesar de la nieve. Fue duro físicamente, pero valió la pena porque la gente ha valorado muchísimo el esfuerzo», puntualiza.
En total, calcula que ya han administrado unas 6.500 dosis de vacuna en residencias de mayores y centros sociosanitarios del Área de Salud de Cuenca, habiéndose desplazado a una treintena de poblaciones.
El temporal Filomena no paró la vacunación
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A. GÁLVEZ
A pesar de las situaciones adversas que en ocasiones pueden sufrir estos sanitarios, ya sea por el tiempo o la falta de vacunas, él se muestra optimista porque «ninguno de mis compañeros ha sufrido algún percance y tampoco han cogido el coronavirus».
Preparar las viales
Los equipos que se desplazan hasta las residencias y centros sociosanitarios, están compuestos por un médico, que se encarga de la validación y registro en la historia clínica digital y de resolver las dudas que puedan tener trabajadores y usuarios a los que se va a vacunar, y dos enfermeros, ocupándose uno de las diluciones de los viales —un proceso técnico que «no llega a ser algo muy complicado», precisa Gálvez— y el otro, de inyectar las dosis.
Lo primero que se hace nada más llegar al dispositivo es preparar las vacunas (seis dosis), Luego, con el registro que tienen de los residentes y trabajadores se inicia el proceso de vacunación. Según sus cálculos, el calendario está prácticamente finalizado ya. «En el 95% de centros se han puesto las dos dosis», afirma Gálvez.
«La acogida ha sido muy favorable tanto por los trabajadores como por los residentes. Al principio pensábamos que iba a haber más rechazo pero nos ha sorprendido para bien porque la aceptación ha sido prácticamente del cien por cien en todos los centros a los que hemos ido», asegura este enfermero.
Todo ha sido muy complicado y bastante doloroso en muchos casos, pero este profesional, que ha visto el rostro triste de la pandemia aprovecha para hacer un llamamiento a la prudencia y pide a los ciudadanos que cumplan las medidas sanitarias. «El coronavirus no se ha ido. No nos podemos relajar. Debemos cuidarnos», sentencia mientras insiste en que seguirán pendientes para echar una mano donde los necesiten.
