El Wanda se erguía inexpugnable y así parecía hasta el minuto 89. El Celta empata porque no dobla la rodilla y pelea hasta el final. Frenazo a la racha del Atlético, que llevaba 15 victorias de 16 y nueve consecutivas. Dos goles más de Luis Suárez y ocho puntos de renta ante los perseguidores.
El Atlético llega al Wanda de uno en uno, futbolistas en sus deportivos o todoterrenos porque así lo decreta el coronavirus. La Covid se ha cebado con la plantilla de Simeone, por casualidad o por lo que sea la bacteria de Wuham pone a prueba la resistencia de este grupo. Quince positivos durante la temporada y diez jugadores más con anticuerpos generados en el confinamiento de la pasada primavera son cifras como para no estar tranquilo. Seis casos en los últimos días. El club anula el entrenamiento matinal y la concentración en el hotel cercano del aeropuerto.
Con ese panorama, Simeone recurre a la plantilla más profunda que ha tenido en su mando y, probablemente, en la historia de la entidad. Hay recursos de sobra, aunque la elección esta vez chirría. Marcos Llorente, el jugador más eléctrico del campeonato, se difumina como lateral derecho. Pierde visión de campo y peso en el partido. Comparece Kondogbia por primera vez titular, algo tímido al inicio. Y vuelve Saúl, a quien se espera por lo que fue, pero que este año no está.
El Atlético regresa a su antiguo modelo, el paseo lento, el balón atrás, las bandas muertas... El Celta se mueve con soltura y sin complejos. Todos sus jugadores del medio campo en adelante seducen con el balón en el pie. Atrevimiento, desparpajo y rapidez. Presión muy alta al enemigo. Y nervios en el Atlético, que sale tosco con el balón desde atrás y retoma los pelotazos de Oblak a la cabeza de Saúl.
En el minuto 12 ya gana el equipo de Vigo porque juega mejor. Fantástico el pase de primeras de Hugo Mallo a la espalda de Felipe y Giménez, por allí se cuela Santi Mina y aplica un cabezazo corrector. El Celta merece el gol frente al equipo que casi no concede ocasiones. Felipe se complica la vida con una tarjeta y rasuradas al límite. Lodi no progresa como Carrasco, Koke no es el dinamizador...
De Luis Suárez nada se sabe hasta que Llorente aparece donde debe por primera vez. Penetra por la derecha como una centella y la pone dulce por detrás de línea defensiva del Celta. Llega Suárez, mete la puntera y el decimoquinto gol a la cazuela. El Atlético necesita poco, casi nada, para fabricar un gol. Solo la asociación de dos futbolistas en racha.
El cambio de Felipe, con una amarilla y dudas en el cuerpo, está cantado en el descanso. Simeone pone a Torreira y regresa a la defensa de cuatro individuos, cuatro centrocampistas y dos delanteros. El Celta quiere el balón, pero un lance lo cambia todo. Kondogbia se sacude miedos y ofrece una apertura precisa y limpia a la banda, donde Lodi no especula, toca de primera al área y allí acude, impecable, puntual, Luis Suárez para lanzarse al césped e impulsarse para dirigir la puntera lejos de Rubén. Dos balones claros para el uruguayo, dos goles. La diferencia respecto a años anteriores, a Diego Costa, Morata, incluso Griezmann.
El gol decide, contagia, une. La esencia del fútbol. El zarpazo de Suárez implica al Atlético, lo lleva a dominar el partido. Kondogbia se crece en labor defensiva, saca una pierna crucial ante Iago Aspas. El Celta no se rinde, pero se mide ahora a un rival intenso, enérgico, que pretende apabullar en vez de protegerse. A última hora, los gallegos encuentran el premio. Otra combinación primorosa que acaba en el gol de Ferreyra.