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El viernes abrí la despensa y me di cuenta de que me faltaban cebollas y pimientos. A medio camino entre le enfado y la sorpresa me lancé a la calle para ir a la compra y reponer viandas. Para llegar al supermercado más cercano hay que atravesar una de esas calles comerciales en las que –en Valladolid igual que en Helsinki– se agolpan un montón de franquicias de ropa que venden lo mismo aquí que en el Polo Norte. Ataviado con los vaqueros de estar en casa y una bolsa reutilizable bastante vieja, nada más salir del portal me topé con una cola que arrancaba en una tienda de moda y se perdía más allá de donde la niebla permitía...
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