Los vecinos sospechaban que por allí pasaba la muralla almorávide porque son muchos los estudios arqueológicos que así lo certifican, pero no podían imaginar que tras el enfoscado de sus paredes se conservaba un paño que permanecía intacto desde el siglo XII. Todo fue una casualidad. En la manzana de viviendas que hay entre las calles Castelar, Valdés Leal y Santas Patronas, las edificaciones se habían «tragado» la muralla y, aunque los arqueólogos sabían que discurría justo por la medianera de los inmuebles, muchos propietarios vivían ajenos a la importancia histórica de sus edificios. En uno de ellos que tiene entrada por Valdés Leal había que hacer unas obras de rehabilitación del muro del patio que comparte con el vecino...
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