El 25 de diciembre de 1986, Carmen Conde escribió en una de sus agendas personales: «Desde las 2’30, toda la madrugada del 25, más toda la noche, sin dormir, llorando por Amanda, y conteniéndome por no correr a casa de Mercedes. Ayer tarde ya la vi muriéndose. ¡Dios mío! Estoy deshecha». Dos días después, Amanda Junquera fallecía, por complicaciones derivadas del Alzheimer que padecía desde 1980. Acababa así, por culpa de la enfermedad, de una manera desgarradora, una de las historias de Amor, con mayúscula, más hermosas de la historia reciente de nuestra literatura. Ese conjunto de palabras, que Conde escribió de manera atropellada y febril, fruto del desasosiego que le provocaba perder a su compañera de vida, se custodian,...
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