Mañana, miércoles 20 de enero, a las 12 de la mañana, Joe Biden jurará el cargo ante el Capitolio como el 45 presidente de Estados Unidos y una hora antes su predecesor, Donald Trump, estará viajando en el avión presidencial Air Force One hacia su nueva residencia, su lujosa mansión de Mar-a-Lago, en un arrecife de coral en el pequeño pueblo de Palm Beach (Florida), uno de los destinos favoritos de los millonarios del norte de Estados Unidos pues es el único lugar que luce las seis estrellas de diamante de la Academia Americana de Ciencias de Hospedaje.
Una propiedad que el matrimonio utilizaba como segunda residencia y donde acudían algunos fines de semana. Un lugar en el que incluso se han organizado recepciones diplomáticas para mandatarios extranjeros como la visita en 2017 del presidente chino, Xi Jinping, o la celebrada unos meses antes con el primer ministro japonés, Shinzo Abe. Cuando era presidente de Estados Unidos, cada vez que la familia Trump decidía pasar unos días en su segunda residencia, costaba más de tres millones de dólares, según publicó el diario «The Washington Post» contando con el costoso dispositivo de seguridad que le acompañaba en sus desplazamientos.
Desde hace semanas Melania Trump está trabajando en la renovación de la hasta ahora conocida como la Casa Blanca de invierno. Un palacete a orillas del Atlántico en el sur de Florida que el empresario adquirió en 1985 por cinco millones de dólares y donde se celebró en 2005 su boda con su tercera esposa, Melania. Una celebración ostentosa que costó un millón de dólares. La mansión que imita la arquitectura múdejar española con 126 estancias tiene más de ocho hectáreas entre la vivienda, los jardines, la impresionante piscina con vistas al mar, seis pistas de tenis, otra de croquet, un campo de golf, un gimnasio y un acceso directo a una playa privada.