Mohandi Abdelay Mulay (El Aaiún, 1989) nunca olvidó de dónde venía. Tampoco el tacto de sus pies descalzos en la arena y el calor sofocante, casi irrespirable, del campo de refugiados en el que se crió. En el Aaiún, en el Sáhara Occidental, pasaba las horas muertas jugando con un balón de trapo. Era el único juguete que tenía. Gracias a Vacaciones en paz y el empeño de su familia de acogida en darle una vida mejor pudo formarse, crecer y cumplir sus sueños en España. Hoy, desde Olivares, en Sevilla, lucha por ayudar a los niños que no han tenido su misma suerte, a través de Jugar en la Hamada: "Nuestro objetivo es recaudar fondos para construir una escuela de fútbol y que tengan la oportunidad de evadirse a través del deporte".
En este proyecto solidario, se han implicado grandes nombres del fútbol nacional como Quique Setién, Monchi o Lucas Alcaraz para darle visibilidad y ayudar a conseguir financiación. Construir una escuela de fútbol en medio de la nada, —con su campo de césped artificial, un vallado que proteja el recinto de las tormentas de arena, pistas asfaltadas, vestuarios y sala de materiales—, no es fácil ni barato. Las condiciones climatológicas extremas hacen todo muchísimo más complicado, pero "cuando hay entusiasmo, ganas y gente que quiere ayudarte, estas dificultades se disipan". Hace dos años, Mohandi regresó a su campo de refugiados, cargado de material deportivo, camisetas y equipaciones que repartió entre los niños. "Todavía tengo grabadas sus caras de ilusión y felicidad", recuerda. "Allí La Liga española se sigue muchísimo, estaban felices... No hay nada mejor que ayudar a quien no se lo espera", añade orgulloso. En ese viaje, llegó incluso a presentar el proyecto al Gobierno saharaui y a entrevistarse con el ministro de Deportes: "Les pareció muy ilusionante, el pueblo saharaui le da mucha importancia a la educación".
En aquella casa de adobe de cuatro paredes, se quedaron sus padres, sus hermanos, sus amigos y también una parte de él. Hasta aquel momento Mohandi solo había pasado en España algunos veranos, muy felices, marcados por las horas interminables en la piscina y por los "cacharritos" parpadeantes de la feria. "Me dijeron que lo mejor para mí era que me quedase definitivamente en España. Yo al principio no lo veía bien, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que fue la mejor decisión", recuerda. Veinte años después, descansar sobre un colchón ya no le parece "dormir en las nubes", ni le llaman la atención las cosas frías o el verde de la naturaleza. En la actualidad, trabaja en una empresa de telecomunicaciones y es el entrenador de la Selección Andaluza Saharaui. Quiso formar este equipo para que los niños saharauis que estaban en Andalucía retomasen el contacto con su país de origen. Fue el punto de partida de Jugar en la Hamada hace ya siete años.
Apenas ha cambiado nada desde que Mohandi dejó atrás la Hamada, que en árabe significa 'desierto pedregoso'. Ahora muchos saharauis tienen smartphones, pero sigue reinando la pobreza, el subdesarrollo y la falta de oportunidades. "Nuestro pueblo lleva cuarenta y cinco años confinado por la situación política y el abandono de nuestra lucha. Estamos sitiados por unas rejas invisibles y por la impunidad que tiene Marruecos a nivel internacional", se lamenta. A él le dieron una segunda oportunidad para construir una vida alejada de la miseria. Agradecido y también preocupado, lucha por el futuro y el bienestar de esos niños saharauis en los que él nunca dejará de verse reflejado: "Solo quiero ayudar a que tengamos un mundo más justo".