Por: Juan Pablo Bertazza
Ilustración: Pablo García, cortesía de Nexos
El escritor argentino Eduardo Galeano marcó muy bien el hecho de que, durante ese mismo partido, en apenas cinco minutos de diferencia, Diego Armando Maradona convirtió “el gol del ladrón” —en referencia al primer gol que hace con la mano— en aquel tanto digno de un malabarista que, con toda razón, suele definirse como “el mejor gol de la historia de los mundiales”. Sin entrar en el terreno de lo que significaba esa doble conversión ante un rival con el que, cuatro años atrás, la Argentina, por una patética decisión del por entonces gobierno militar, había entrado en guerra, me gustaría contar algo quizás no tan conocido: seis años antes de ese mundial que terminaría ganando la Argentina de la mano de Maradona, el 10 había realizado una jugada muy similar a la que llevó a cabo eludiendo a la mitad del equipo inglés, justamente contra el mismo rival, pero en el contexto de un partido amistoso en el estadio de Wembley. Maradona tenía por entonces 19 años, superó de manera consecutiva a cuatro defensores y, al enfrentarse al guardameta Shilton, disparó un remate que voló apenas afuera.
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