Apenas se conoció la muerte de Diego Maradona, la actriz Thelma Fardin, miembro de Actrices Argentinas y quien denunció hace años al actor Juan Darthés por abuso sexual en uno de los casos más resonantes del espectáculo argentino, posteó en su cuenta de Instagram unas palabras de homenaje “A dios”: “Vengan ahora las críticas porque si soy feminista no puedo postear esto”, dice, anticipando la ola de respuesta -muchas de ellas extremadamente violentas y amenazantes- que recibió por su homenaje. Maradona, que en su vida ha reconocido errores y debilidades, ha tenido denuncias por violencia de género y una lista de hijos e hijas cuyo reconocimiento se dio tarde y, en algunos casos, por vía judicial.
Sus propias contradicciones se han extendido a las contradicciones de sus seguidores y, particularmente, de sus seguidoras, en un país que ha sido pionero en las luchas feministas, que es maradoniano como ningún otro y que a veces encuentra en ambas cosas un dilema de difícil resolución. O no: son muchas las referentes feministas que sostienen que es de lo más legítimo habitar las contradicciones que su figura despierta y que el análisis interseccional de Diego lo convierte en un referente decididamente antiestablishment cuyos reivindicados orígenes villeros lo vinculan al feminismo popular.
En esa línea iba un artículo que había publicado Latfem, el sitio de periodismo feminista, el día del cumpleaños número 60 de Maradona, casi un mes antes de su muerte. Con el título “El Diego también es nuestro”, Analía Fernández Fuks reflexionaba junto a las investigadoras Julia Hang y Malvina Silba y la jugadora y fundadora de La Nuestra Fútbol Feminista, Mónica Santino, sobre las diversas reacciones que había generado la llegada de Maradona al Club Gimnasia y Esgrima de La Plata, al tiempo que la institución estaba creando su área de género que, como sucede en otros clubes, intenta transformar una cultura futbolística patriarcal. En el artículo, que aborda un posible feminismo maradoniano, estas mujeres analizan a Maradona como alguien que se opuso al poder y del que hay que apropiarse, con todas sus versiones. Algo similar decían multiples referentes, que, como la periodista Mariana Carbajal, criticaban el “feministómetro inquisidor” con el que otras juzgaban el dolor de las mujeres por la muerte de Maradona y también hacían hincapié en que el feminismo no se erija como un dedo normativo y acusador, sino que permita matices y preguntas.
En tanto, la cuenta de Instagram de Mujeres que no fueron tapa, proyecto feminista que dirige Lala Pasquinelli y que habitualmente aborda la cuestión de los estereotipos femeninos en los medios, publicó una serie de notas viejas sobre las denuncias por violencia de género y la judicialización del reconocimiento de sus hijos: “No, no somos feministas Maradonianas. No. No creemos que Maradona sea feminista, o pueda ser interpretado como `feminista´. No creemos que haya que callarse para respetar `el dolor popular´ cuando el `respeto del dolor popular´ implica convalidar la construcción de un sentido que dice que adoramos como ídolos a quienes expresan en sus prácticas al patriarcado violentando mujeres y niñes”.
Lejos de terminar, mientras que los debates feministas, por un lado, y el fútbol femenino y organizado, por otro, avanzan a pasos acelerados, la discusión por las apropiaciones e interpretaciones de su legado recién empiezan.