En una ceremonia minimalista -como todas mientras dure la pandemia-, el papa Francisco ha presidido este domingo la entrega de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) a un grupo de jóvenes de Lisboa, quienes la recibieron de sus compañeros de Panamá, donde tuvo lugar el último encuentro en enero de 2019.
«Es un paso importante en la peregrinación que nos llevará a Lisboa en 2023», ha comentado Francisco al término de una entrega marcada por las precauciones sanitarias: la Cruz se desplaza sobre un pedestal con ruedas sin que nadie toque la madera, y la imagen de Santa María «Salvación del Pueblo Romano» va protegida dentro de una caja transparente, muy fácil de desinfectar.
La entrega ha tenido lugar al final de la misa de la fiesta de Jesucristo Rey del Universo, celebrada como siempre en el «altar de la Cátedra», situado en el ábside de la basílica de San Pedro, y para menos de un centenar de personas. Entre ellas se encontraba la embajadora de Panamá ante la Santa Sede, Miroslava Rosas Vargas, quien jugó un papel importante en el éxito del encuentro centroamericano en 2019.
En la entrega de la Cruz a los jóvenes portugueses, el Papa ha revelado su deseo de «revalorizar la celebración de la JMJ en las iglesias locales», y ha anunciado el traslado de la celebración anual en las diócesis, que pasa del Domingo de Ramos a la fiesta de Jesucristo Rey del Universo, conclusión del año litúrgico y antesala del tiempo de Adviento previo a la Navidad.
Según Francisco, en el centro de la celebración «permanece el misterio de Jesucristo, Redentor del hombre, como subrayaba siempre san Juan Pablo II, iniciador y patrono de la Jornada Mundial de la Juventud», una tradición rebosante de alegría desde 1984.
En su homilía, dirigida a los jóvenes de todo el mundo, el Papa les ha advertido que «nos convertimos en lo que elegimos, para bien y para mal. Si elegimos robar nos volvemos ladrones, si elegimos pensar en nosotros mismos nos volvemos egoístas, si elegimos odiar nos volvemos furibundos, si elegimos pasar horas delante del móvil nos volvemos dependientes»”.
En cambio, según Francisco, «Si optamos por Dios nos volvemos cada día más amados, y si elegimos amar nos volvemos felices. Sí, porque la belleza de las decisiones depende del amor. Jesús sabe que si vivimos cerrados e indiferentes nos quedamos paralizados, pero si nos gastamos por los demás nos hacemos libres».
Y lo ha remachado citando un consejo de Alessandro Manzoni en su novela «Los novios», que atraviesa también un tiempo de pandemia: «Se debería pensar más en hacer el bien que en estar bien; y así se acabaría estando mejor».