Leo con horror los titulares de la prensa nacional que dan a conocer el homicidio y descuartizamiento de dos niños y un jovencito quienes eran transportados los primeros en un diablito y el segundo en una maleta. Las noticias del alza en la violencia son de todos los días, cada vez las escenas de terror parecen competir unas con otras llevando al extremo de la imaginación de Dante sobre su concepción del infierno.
México empieza a experimentar una barbarie que parece incontrolable, donde no sólo los delincuentes llevan a cabo atrocidades sin medida, sino además en el que autoridades terminan siendo partícipes de esta jungla donde parece no haber un atisbo de la ley. El ejemplo está en Quintana Roo donde agentes de la policía lanzaron supuestamente disparos al aire para dispersar una manifestación feminista frente a la Fiscalía General del Estado, en donde realizaron pintas y quema de papel. Se sabe que dos comunicadores resultaron heridos, mismos que denunciaron haber sido cazados por los elementos.
Circulan en redes sociales imágenes violentas de gente asaltando a golpes a sus víctimas en el mejor de los casos, en el peor disparando armas de fuego para despojar de pertenencias a los ciudadanos, jóvenes peleándose en un centro comercial donde parece que a nadie le importa intervenir tanto como tener el registro en su celular del momento en el que un grupo de jovencitas se golpean hasta sangrar.
La violencia no solo viene del crimen organizado, la violencia se sigue gestando en una sociedad en la que poco a poco parece que los límites le empiezan a quedar cortos, pues las escenas de gente enojada cuya respuesta empieza a ser más violenta está terminando por destruir un entorno de paz y convivencia en el que deberíamos de vivir.
Le he expuesto aquí los casos más extremos de la violencia, pero qué me dice de ese afán de ganar el lugar en el estacionamiento, de ir primero en la fila, de no ceder el paso ya sea como automovilista o como peatón, se nos empieza a olvidar la importancia de ser agradecidos y de evitar la confrontación.
Creo que en esto la educación es la que manda y para nada es responsabilidad del gobierno sino de la sociedad entera, tenemos que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre el mundo que vamos a heredar las próximas generaciones. No es posible el grado de descomposición al que estamos llegando, en donde las injusticias son el pan de cada día y finalmente esto enardece a las mayorías que no ven saciada su sed de justicia.
Claro que las autoridades son las responsables de frenar a la delincuencia y la violencia que estos generan, pero parece que estamos perdiendo la batalla ante tanta inutilidad.
Es momento de parar.
miguel.puertolas@milenio.com