Para algunos, como Daenerys Targaryen, viajar al mundo de Poniente significó una caída a los infiernos. Para otros, como Kit Harington (Jon Nieve), derivó en una fuerte adicción de la que se recuperó el año pasado. Jason Momoa, que irrumpió en la ficción de HBO en el papel del inabarcable Khal Drogo, fue otros de los que sufrieron el fenómeno y fue arrollado por el mismo. «Estábamos muriéndonos de hambre después de “Juego de tronos”. No podía conseguir trabajo. Es todo un reto cuando tienes bebés y estás totalmente endeudado», reconoce el intérprete en «InStyle», donde aseguró haberse quedado «completamente endeudado» después de sus dos temporadas en la serie.
Jason Momoa
A pesar de la repercusión mundial de la ficción de HBO y haberse convertido en el mito erótico de los seguidores (quienes suplicaban porque su destino no fuese el mismo que el de gran parte de los personajes que aparecen en la ficción), Momoa no echa de menos a Khal Drogo. «Al final siempre hay que ser consciente de cuándo uno ha terminado con un personaje y tiene que simplemente dejarlo ir y afrontar al siguiente proyecto», relata.
Por suerte, no tuvo que esperar mucho para salir del túnel al que le había relegado «Juego de tronos». Después de muchos intentos frustrados, Jason Momoa fue elegido para interpretar al rey de los mares en «Aquaman», convirtiéndose en una estrella internacional y acariciando el éxito, por fin, que le había vedado la ficción medieval.
De un rey a otro
Cabello dorado y ojos del color del océano: poco tiene que ver el Aquaman que muestran los cómics de Marvel con el que el director James Wan trasladó a la gran pantalla en «Aquaman». «Solo hay que verme a mí. No me parezco en nada al personaje tal y como lo habíamos visto hasta ahora», dijo a ABC entre risas Jason Momoa, encargado de interpretar al superhéroe que se había convertido en el objeto de burlas de sus compañeros de la Liga de la Justicia.
Para preparar la película, Momoa se sometió a intensas y largas sesiones de entrenamiento, aunque su físico deja claro que no es la primera vez que había hecho una rutina así. «Ha sido duro prepararme para ser Aquaman. Tuve que entrenar mucho, pero también he aprendido muchas cosas nuevas como cómo utilizar un tridente, nadar con muchísima soltura o a hacer como que puedo hablar debajo del agua…», explicó el actor durante la promoción del filme.
Con el superhéroe de Marvel (su primer papel protagonista en una superproducción), comparte dos pasiones en común: «la Guinness y el mar». La primera de estas le «costó» la cicatriz que actualmente tiene en la ceja izquierda, la cual no le ha venido nada mal para algunos de los personajes que ha interpretado, como Conan el Bárbaro. Sucedió hace ya diez años en un bar de Hollywood cuando se vio envuelto en una pelea y alguien le golpeó en la cara con un vaso de pinta. Para conseguir cerrar la herida, los médicos necesitaron 140 puntos de sutura.
No es la única cicatriz que tiene en la cara. Según reveló en una entrevista con «ComicBookMovie», Momoa le pidió a un amigo que le rompiera la nariz para protagonizar «Conan el Bárbaro» (2011). «Quería tener mi nariz rota para el papel, pero no estaba seguro de cómo conseguirlo. Le dije, tío, tengo una idea. Creo que deberías romperme la nariz de un golpe, ¿lo harías? Mi amigo simplemente lo hizo muy bien, maldita sea», relató el actor.
Su primera aparición en la pantalla data de 1999, el mismo año que presentó la gala de Miss Hawaii, y lo hizo con un bañador rojo, mientras vigilaba las playas de Santa Mónica. Sí, un jovencísimo Jason Momoa formó parte de «Los vigilantes de la playa». El estadounidense también hizo carrera como modelo tras ser descubierto por el diseñador internacional Takeo en 1998. Desde entonces, se le ha visto en «The Red Road» o en la producción que hizo para Netflix, «Frontier»; incluso ha compartido plano con Bruce Willis y Famke Janssen en «Once Upon a Time in Venice». «Con el tiempo me he dado cuenta de que lo que quiero es contar buenas historias y por eso también me he puesto en el otro lado de la cámara, como productor y como guionista», asegura Momoa, quien también tiene su propia productora Pride of Gypsies.
Un singular padrastro
Su 1,92 metros de altura y la combinación de los genes de su padre, nativo de Hawái, y madre alemana-irlandesa, han llamado la atención de directores y de las chicas que componen su larga lista de conquistas amorosas. A mediados de los 2000 comenzó a salir con la actriz australiana Simmone Mackinnon, una relación que parecía perfecta –Momoa llegó a pedirle matrimonio– hasta que él conoció a Lisa Bonet, la exmujer de Lenny Kravitz, en 2005. «Fue amor a primera vista», explicó el actor. La relación entre Momoa y Bonet comenzó rápidamente. La también actriz se quedó rápidamente embarazada de su segundo hijo, el primero para Momoa. De hecho, el intérprete ha protagonizado más de un cotilleo junto a su hijastra Zoë Kravitz al posar juntos en más de una alfombra roja (acallando los rumores que decían que no se podían ni ver). Sin embargo, los intérpretes no se casaron hasta 2017 en una ceremonia de la que apenas se sabe.
Parece que Bonet, quien es doce años mayor que él, sí que consiguió darle la estabilidad que Momoa iba buscando. Juntos, han creado una tierna familia que respeta los orígenes del actor. Una muestra de esto son los nombres de las pequeñas: Lola Iolani Momoa y Nakoa-Wolf, influenciados por dichos orígenes. Pese a la alocada agenda del protagonista de «Aquaman», se trata de una familia muy unida, tanto que Momoa no falta a su cita diaria. «¿Me permites? Mis bebés están de camino al colegio y les llamo todos los días para hablar con ellas durante el camino», se excusó Momoa a quien escribe en la presentación en Londres de «Aquaman».