Eric Eduardo Broche Vidal escribe en nombre de los vecinos del edificio Mouré, sito en Dragones 206, entre Galiano y Águila, Centro Habana, para contar una de esas historias de chapucerías continuadas.
Refiere que el pasado año, con motivo de los 500 años de La Habana, se acometió la reconstrucción de la acera de ese edificio. Y la acera quedó por encima del nivel del portal del inmueble, lo que provoca inundaciones cuando llueve.
Como si fuera poco, también fundieron la acera tapando los drenajes pluviales del edificio, lo que provoca que parezcan una fuente las columnas del edificio, además de deteriorarlo progresivamente.
Tampoco se entiende, señala, que se rompa la calle para instalar las tuberías del gas, y haciendo ese trabajo se perfore una de agua, y se cierren los huecos sin la debida reparación de esta. Más, cuando los vecinos lo habían advertido.
Hoy, a más de un año, todavía corre el agua, como testimonio de la chapucería y el mal trabajo, dice. Y tampoco acepta que la Empresa Eléctrica más recientemente, abriendo un hueco haya roto una alcantarilla de drenaje; y junto con el primero hayan cerrado la segunda, habiéndolo advertido a tiempo los vecinos.
«Para colmo, manifiesta, hace algún tiempo alguien adoptó la infeliz decisión de utilizar todo el frente del edificio y los colindantes como piquera de los taxis particulares; lo que ha provocado el malestar general de los vecinos.
«Además del ruido permanente de los carros y las personas a toda hora, hay que convivir con la molestia para entrar y salir del edificio, pues las colas que se hacen en la entrada son interminables. Prácticamente se hace imposible parquear a los vecinos sus vehículos particulares, porque o te cuesta una discusión, o recibes una advertencia-amenaza de que tu carro puede salir con un golpe.
«No faltan los desechos de comida, cigarros, latas de refrescos o cervezas y la desagradable fetidez de las necesidades fisiológicas que ningún chofer limpia.
«Todo esto no es más que una muestra del mal trabajo, falta de control y desinterés por parte de los encargados de la calidad y el bien hacer de las instituciones del Estado, así como de la ine-
ficiencia y falta de acción de los representantes del pueblo en el territorio; dígase Poder Popular», concluye.
En carta a esta sección, el ingeniero José Raúl Orosa Almeida, director de la Empresa de Saneamiento Básico de La Habana, esclarece el objeto social de esta, por cuanto en historias publicadas aquí se maneja erróneamente por los remitentes la responsabilidad de la misma ante roturas y averías que no les corresponden.
«Para futuras situaciones que se puedan presentar, expresa, le informamos que el objeto social de la Empresa de Saneamiento Básico de La Habana es la desobstrucción de tuberías de residuales en sistemas interiores y la evacuación de residuales de las fosas o tanques sépticos a los que se vinculan estas tuberías (de la línea de propiedad hacia adentro de los inmuebles.
«Nuestra empresa no ejecuta trabajos de reparación, mantenimiento o rehabilitación de los sistemas de redes públicas».
Agradezco la aclaración del directivo, de gran utilidad para esta sección y para los ciudadanos que nos escriben. Y aunque él no hace alusión, recuerdo que los trabajos de reparación, mantenimiento o rehabilitación de los sistemas de redes públicas les corresponden a Aguas de La Habana.
Más de una vez, he insistido en que los directivos de entidades e instituciones no deben ceñir su participación en esta columna a responder las inquietudes y quejas de los ciudadanos, sino también aprovechar este espacio para informar y esclarecer sobre asuntos de su desempeño. Vivimos en la era de la comunicación interactiva.