Como si de pedir limosna se tratara. Eso es lo que se ha hecho en las últimas semanas para conseguir que el Gobierno se apeara del burro para reducir el IVA de las mascarillas, que son necesarias y obligatorias para la población. Lo reclamaban desde la OCU, desde los partidos de centroderecha, desde todo tipo de organizaciones sin ánimo de lucro. Que si Europa no lo permite, que si no tenemos la culpa, que si "este no es el debate", como aseguraba la vicepresidenta Carmen Calvo este mismo lunes. Naturalmente que es el debate, y lo es más cuando se forma parte de un Gobierno que acuña la frase de “no dejaremos a nadie atrás”.
Quizás querían decir que no dejarían a nadie atrás en su afán recaudatorio, teniendo en cuenta que las arcas públicas, prácticamente en los huesos debido a la situación de drama económico, están recaudando con las mascarillas 1.569 millones de euros. También están recaudando de esos autónomos que sin ingresos tienen que hacer frente a sus cuotas. Sólo un ejemplo. Pero lo demencial de todo esto es que lo esté haciendo un Gobierno 'progresista', de coalición de izquierdas, al que se le supone que va a mirar por los más vulnerables. Pero en este caso ha tenido que ser la derecha la que solicite la medida de la gratuidad de la mascarilla. Quizás seamos ilusos y pensemos que pese a ser obligatoria y necesaria, aquel ciudadano que no tiene para comer se gasta cada día un euro en cambiarse la mascarilla. Debe ser eso.
Falla el Gobierno de Sánchez en su intento de no dejar a nadie atrás. Esa gran frase que el presidente pronuncia con insistencia desde su primer mensaje a la ciudadanía en el inicio de la pandemia, allá por el mes de marzo, resuena en mi cabeza cada vez que se sobreviene una situación injusta. Desde mayo, hace ya ocho meses que Europa dio libertad para bajar el IVA. Francia ya se planteó en julio la gratuidad de las mascarillas. Italia, en setiembre. Aquí, en Andalucía –gobernada por el PP y Cs- se han entregado mascarillas gratis a los pensionistas. Se trata solo de algunos ejemplos de buenas prácticas frente a un problema urgente y prioritario.
El precio máximo estipulado ahora de una mascarilla es de 96 céntimos. Pongamos un euro al día, unos 30 euros al mes en función del uso: impagable para miles y miles de bolsillos en este país. Como no se puede sufragar semejante gasto, se utilizan inadecuadamente, es de cajón. Debería preguntarlo el CIS: ¿Usted cada cuanto tiempo se cambia la mascarilla? Nos caeríamos de bruces con las respuestas. Por eso, por todo lo que acontece, por la mala gestión que se está haciendo en muchos frentes, no extraña que el CIS rebele en su último barómetro que más de la mitad de los españoles encuestados (54%) haya necesitado ir al psicólogo durante estos meses de pandemia para combatir la angustia que provoca la incertidumbre laboral que vivimos.
Hacen falta sesiones ingentes con el psicólogo para combatir la toma de decisiones nefastas que se han adoptado en muchos casos, tanto de unos y otros, como la otra limosna que se ha pretendido dar a los autónomos en Cataluña, una ayuda de dos euros que se anuncia a bombo y platillo y que al final solo pueden recibir un dos por ciento de los que la necesitan. A nuevas restricciones, nuevas ayudas para sobrevivir y poder resistir, como ha hecho Angela Merkel en Alemania, por ejemplo. En fin, con psicólogo o sin él, seguimos. Cuídense, con mascarilla siempre.