Para algunas mentes, toda acción de Donald Trump durante su presidencia era por definición equivocada y casi siempre inmoral. No hacía falta mayor comprobación o análisis. Al igual que en las rencillas ancestrales entre familias o entre aldeas, o en ciertos fanatismos religiosos (o antirreligiosos), todo lo que proviene del «otro» es necesariamente malo.
Así reaccionó una gran parte del Partido Demócrata, y cierta prensa, cuando Trump designó a Amy Coney Barrett como magistrada del Tribunal Supremo, para cubrir la vacante dejada por el fallecimiento de Ruth Bader Ginsburg. Como nada bueno podía venir de Trump, era preciso descalificar a la candidata. Entre otros, se utilizaron dos argumentos de fondo. Primero, que era políticamente conservadora. Segundo, que era católica practicante...
Ver Más