Apenas anunciadas las primeras medidas económicas del Gobierno, en el contexto de la pandemia, el Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (Sintracap) salió a denunciar que muchas de sus miembros habían quedado marginadas en dichas propuestas, por lo que exigían la aplicación de una renta mínima de emergencia.
Sin embargo, es injusto limitar las preocupaciones de este gremio al ámbito monetario. Para entenderlas, hay que partir primero por la baja tasa de sindicalización con la que cuentan (120 aproximadamente en la Región Metropolitana), lo cual a su vez limita las posibilidades de hacer un catastro de las necesidades del rubro, esto al alero también de la informalidad que prevalece allí.
En la actualidad, por ejemplo, según datos proporcionados por la presidenta del sindicato en la Región Metropolitana, Luz Vidal, en total son 120 mil las mujeres que viven de esta labor pero que no cuentan con un contrato de trabajo que les ofrezca algún tipo de respaldo para enfrentar la crisis económica, social y sanitaria que atraviesa el país.
No obstante, asegura Vidal, las que sí cuentan con un contrato no han estado exentas de las consecuencias más nefastas de esta pandemia.
“Hoy día 14 mil 105 trabajadoras ya han sido desvinculadas, han entrado en cese de funciones, de tal forma que están usando el 4,11% (fondo de indemnización), según datos de la Superintendencia de Pensiones, esto sin considerar las 120 mil de las que no podemos obtener mayores datos. Qué pasó con esas 120 mil trabajadoras sin contrato, es un dato negro”, asegura Vidal.
1 de cada 10 en #Chile es trabajadora de casa particular y 1 de cada 3 son migrantes.
15% está bajo la línea de la pobreza y el 53% trabaja sin contrato ni tiene imposiciones de salud o seguridad.
Todas hoy en la desprotección #CuidaAquienTeCuida pic.twitter.com/VmUFY2vBfM— Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (@sintracap) May 26, 2020
En medio de la aplicación primero de cuarentenas parciales y la actual cuarentena total de la Región Metropolitana, la dirigente también ve con preocupación la situación laboral de las que han tenido que continuar con sus funciones, la mayoría bajo la famosa modalidad denominada “puertas adentro”.
“Nos preocupa si se estarán respetando las horas de descanso, las jornadas libres de los sábados o domingos, o cómo se les está pagando por eso a las trabajadoras. Si antes no había fiscalización, me imagino que hoy en día es cero, y ahí es donde se empieza a notar la arbitrariedad de ciertos empleadores”, critica.
Actualmente, en el gremio que preside Vidal, no más de tres personas han sido enviadas a cumplir la cuarentena en sus casas y sin cortarles el derecho a sueldo. La gran mayoría lleva ya casi tres meses sin poder salir de sus espacios de trabajo, lo cual no solamente puede repercutir en su salud mental, sino que las deja en un punto de vulnerabilidad en el que es más difícil dilucidar los márgenes de su trabajo.
“Para muchas trabajadoras de casa esto es lo mismo que cuando una mujer es golpeada. Muchas veces ni siquiera se dan cuenta de los abusos que se les está cometiendo, no son conscientes de que les hacen trabajar de lunes a lunes, sin descanso, y nadie se preocupa si estás bien, si extrañas a tu familia. Te ven como objeto más y eso es violento. Es violento que los empleadores no se den cuenta que tienen ahí a un ser humano”, explica Vidal.
Ante esta suerte de confusión, el golpe que muchas de estas trabajadoras reciben al ser desvinculadas por sus jefes, según la dirigente, no solamente es económico sino también emocional.
“Algunas compañeras me decían, llevo 14 años trabajando, 7 años trabajando y me desvincularon; siempre pensé que me querían, siempre les creí cuando me decían ‘tú eres parte de la familia’. Creo que esta situación les puso los pies en la tierra y les dijo, no son parte de la familia, si hay que sacar a alguien, la van a sacar a usted”, sentencia indignada.
Provenientes de las comunas más vulnerables del país, las trabajadoras de este otro rubro invisibilizado por la pandemia son, en la práctica, conocedoras de las desigualdades más profundas del país. “Conocemos los dos mundos”, dice Vidal, uno en el que les toca utilizar todos los medios a su alcance para llamar la atención del Estado, y otro en el que, ante la crisis, se prescinde de ellas como quien deja de pagar el Netflix, el cable o las vacaciones.