Y sí, justo cuando me disponía a escribir sobre lo predecible y aburrido que es el Mundial de Clubes debido a que diez de las ediciones las ganó el campeón de la UEFA, cuatro el de Conmebol, y solo en tres ocasiones se rompió con el tradicional protagonismo de club europeo ante el sudamericano, llega el River Plate a estropear parte de mi crítica en una lamentable tanda de penales. Si bien el torneo significa ser el mejor club de futbol del mundo, algo a lo que cualquier institución debería aspirar ¿Por qué al mundo parece no importarle? ¿Cuál es el sentido de una competición que no solo es desigual en nivel futbolístico, si no que su propio formato basado en la “jerarquía” o prestigio mundial deja un sabor de injusticia para el aficionado? Seis campeones y un anfitrión donde año con año solo dos nombres importan para el poco interés a nivel mundial. No se puede negar que son más los aspectos negativos que rodean este torneo, que los que positivos que lo puedan seguir sustentando para un futuro. Por un lado no hay expectación, no solo por parte de los seguidores de los clubes no protagonistas porque saben que solo se trata de aspirar generalmente a un tercer o cuarto lugar, si no también incluso por parte de los jugadores a los que ya les pesa el peregrinaje a Medio Oriente o Japón. Es un desgaste físico extra a ya de por si una pesada temporada y los entrenadores no quieren arriesgar. Las sedes son justamente otro parámetro que no ayuda al consumo del futbol que se ofrece cada diciembre. Los recintos se ven vacíos excepto en la final, mientras que los horarios no siempre están del todo acorde a los mercados futboleros por excelencia como Sudamérica y Europa. Como dice en su análisis el portal de la BBC Deportes, “es una combinación de lo peor de dos mundos”, un torneo que no atrae por la falta de calidad y que a la vez no tiene interés por lo predecible que es. Por más que para el público mexicano exista ahora la historia de la peor actuación de un local en el Mundialito con el desempeño de Chivas o que el Al Ain haya dado la sorpresa ante un River Plate que venía de un desgaste físico y emocional de tremendas proporciones en el último mes, la competición sigue siendo gris, no han sido sorpresas agradables. Para la FIFA eliminar este formato y regresar a una Copa que enfrente solo a los “dos mejores” (Europa y Sudamerica) no es opción. Se sabe ya que Gianni Infantino al igual que lideró la ampliación de la Copa del Mundo a 48 selecciones, busca ahora incrementar a 24 participantes el torneo, aunado a disputarlo cada cuatro años en verano, pero ¿no se perdería entonces el poco sentido que le queda al Mundial de Clubes? Se dejaría de aspirar a ser “el mejor club del mundo del año”. Debe desaparecer o evolucionar, pero la solución no pinta atractiva.