Son injustamente llamadas piedras semipreciosas, cuando sus colores, su luz y volumen nos llevan a pensar en términos de belleza absoluta.
Por definición, lo único que distingue a una piedra preciosa de una semipreciosa es su escasez, ya que ambas son minerales de brillo intenso y muy duros.
Del lado de las piedras preciosas están los diamantes, zafiros, esmeraldas y rubíes. Del lado de las semipreciosas están, por orden de importancia, el granate, la amatista, el topacio, la turmalina y luego una larga lista compuesta de ámbar, coral, ónix, malaquita, lapislázuli, cuarzo, turquesa…
Firmas de alta joyería no se olvidan de estas piedras que dotan con su color y su brillo a las piezas de sus colecciones de un arcoíris infinito de matices.