El pasado 16 de diciembre, minutos antes de saltar al Etihad para enfrentarse al Tottenham en un importante partido en la lucha por la Premier League, Guardiola encerró a los jugadores del Manchester City en el vestuario. Entre ellos no se encontraba David Silva. “Hoy tenéis que ganar por una razón. Tenemos que ganar por David Silva y su novia Yessica”, se escucha decir al entrenador catalán en el documental “All or nothing”. Y sigue: “Está pasándolo jodidamente mal. Cuando salgáis ahí y disfrutéis, disfrutad por él. Si salimos ahí y sufrimos, sufrid por él”.
Durante aquel partido, y de forma itinerante en los siguientes cinco meses, Silva vivió con un pie en Manchester y otro en Valencia. Su hijo Mateo acababa de nacer de forma “extremadamente prematura”. La vida del pequeño pendía de un hilo y su padre, un ídolo del fútbol inglés tan expuesto como cualquiera a las inclemencias de la vida, sostuvo como pudo su aportación al City. Ayer, en la victoria frente al Manchester United de Mourinho, Silva volvió a marcar y a disfrutar sin el lastre de una carga emocional como la que durante la última temporada amenazó con hundirle.
Con todo, fueron nueve goles y once asistencias en 29 partidos durante la liga de los récords del City. Números que, a la luz de sus recientes respuestas al 'Daily Mail', adquieren un brillo especial. “A veces me pregunto cómo pude arreglármelas para jugar en esa situación tan difícil. Fue el período más complicado de mi vida. Estaba constantemente en la carretera, viajaba mucho, comía mal, no dormía lo suficiente, no entrenaba y, si lo hacía, lo hacía mal”, explicaba el canario. No obstante, el “21” reconoce que sólo jugando al fútbol logró olvidarse, al menos durante 90 minutos, del asunto entorno al que giraban sus días. El apoyo incondicional del cuerpo técnico y de sus compañeros, subraya, es algo que nunca podrá olvidar.
Todo sigue igual en Manchester
No hubo sorpresas en los planteamientos de uno y otro técnico, cristalino ya el mensaje que conforma su identidad después de tres años en Manchester. Si acaso, el primer City-United del curso sirvió para reforzar el perfil de cada equipo. Los de celeste, con la pelota como extensión inherente a su idea, volvieron a construir con tres en el fondo y Mendy y Mahrez clavados en los costados, con espacio en el centro para que los dos Silva y Agüero agitasen a su antojo. Los 'red devils', armados en apenas 25 metros, encontraban un océano entre el robo y Ederson. Más aún con el incomodo de la presión 'citizen', juntísimo el equipo en campo rival para buscar la recuperación rápida, una medalla que colgar al pecho de Guardiola.
Juntando por dentro y desbordando por fuera llegó el primer tanto del City, una internada por la banda izquierda que encontró a Bernardo Silva liberado en la opuesta. El luso respondió delviendo el balón al centro, donde el otro Silva tuvo tiempo para controlar y ajusticiar con la derecha. Llegaron entonces los mejores minutos del United en el choque, con el trivote que compusieron Matic, Herrera y Fellaini destruyendo a toda marcha, apoyados por un repliegue innegociable de los extremos. La salida la encontraron los de Mourinho tras alguna que otra proeza de Rashford o Martial, que dieron con un constante homenaje a Sísifo tras cada salida exitosa.
Un trallazo con escaso ángulo del 'Kun' Agüero dio al partido olor a tarde plácida para los locales hasta que Lukaku, relegado al banquillo en las últimas citas, aprovechó una de sus primeras intervenciones para pescar un penalti que convirtió Martial. Todo quedó en una intentona tras el 3-1 de Gundogan, solo en las dependencias de De Gea tras un soberbio envío de Bernardo, el segundo de la tarde. El City echa el ancla en el liderato.
