En la penúltima carrera de su vida en la Fórmula 1, Fernando Alonso terminó penúltimo y sin síntomas de tener una despedida mucho mejor en Abu Dabi, dentro de dos semanas, cuando pondrá punto final a dieciocho años de su vida en este deporte, mitad negocio mitad industria. «No quiero más mensajes de radio en toda la carrera», soltó por el sistema interno después de que un error en una parada le condenase a los últimos lugares. Tampoco el McLaren da para mucho más en un final de curso lamentable. En el siempre excitante circuito de Interlagos en Brasil, escenario de carreras de verdad, venció el campeón Hamilton después de un trompo de Verstappen por una imprudencia de Ocon.
Aunque es profesional íntegro, cien por cien dedicado a su ocupación, Alonso está desde hace tiempo con la cabeza a otras cosas. Las 500 Millas de Indianápolis, por ejemplo. Este fin de semana anunció que no se rinde en su afán por conquistar ese ente que ha denominado «triple corona» (Gran Premio de Mónaco, 24 Horas de Le Mans y 500 Millas). Tres trofeos en tres categorías diferentes del automovilismo. Ya tiene las dos primeras. En 2019 volverá al circuito oval de Indiana.
Alonso llegó dos vueltas por detrás de Lewis Hamilton, el inglés que también condecoró a su equipo. Mercedes ha ganado el Mundial de Constructores, un premio muy valorado en la Fórmula 1 y que reparte mucho dinero en premios. Lo hizo después de una carrera sobresaliente, cambiante y divertida en Interlagos, viejo circuito en instalaciones pero siempre a la vanguardia de la esencia de este deporte.
A Verstappen le destrozó el día uno de los jóvenes cachorros, sedientos de ambición y éxito. Esteban Ocon lo quiso adelantar cuando el holandés era el líder de la carrera. Los insultos de Verstappen se escucharon en Brasilia. Y, no contento con eso, protagonizó un espectáculo bochornoso: intentó pegar al francés en el túnel de garajes en una escena macarra.
