De manera dispersa, la caravana de migrantes centroamericanos retomó ayer su marcha rumbo al norte convencida de llegar a Tijuana, lugar desde el cual quieren pedir asilo a Estados Unidos pese a que el presidente de ese país, Donald Trump, ha endurecido este trámite.
A pesar de que utilizaron su parada en Ciudad de México, donde fueron llegando desde el pasado domingo, para agruparse, los integrantes de esta masiva movilización, que suma en total unas 5.000 personas, volvieron a separarse en su camino hacia EE.UU.
El grupo más grande de la caravana, conformado por unas 4.000 personas, abandonó ayer las instalaciones del centro deportivo Magdalena Mixhuca, ubicado en el este de la capital, y volvieron a ponerse en marcha rumbo a Querétaro, capital del estado homónimo.
El mismo paso lo dio el viernes un grupo más reducido de migrantes, quienes en la noche durmieron en Querétaro y ayer decidieron continuar hasta Guadalajara, capital del estado de Jalisco.
En la asamblea celebrada el pasado jueves, en la que participó toda la caravana, se decidió, por votación a mano alzada, salir de la capital el viernes y seguir la ruta que lleva a Tijuana, sin dejar “a nadie atrás” y al ritmo que marcaran mujeres y niños.
No obstante, unas horas después se acordó que se quedarían un día más en Ciudad de México; una decisión que fue rechazada por un grupo de mil personas, la mayoría de ellos hombres jóvenes, que optó por salir de la capital antes.
El estadio La Corregidora, en el sureste de Querétaro, ha sido el punto que las autoridades del estado han puesto a disposición de los migrantes.
Además, se habilitó un albergue en el municipio San Juan del Río, para brindar alimento, descanso y servicio médico a los integrantes de la caravana.
Para llegar, los migrantes, quienes se repartieron en pequeños grupos, tuvieron que recorrer algunos tramos andando, y otros pidiendo viajes a autobuses, camiones y otros vehículos.
“Nos están consiguiendo camiones, pero el muchacho con el que veníamos nos dejó hasta ahí no más, porque tal vez iba por otro rumbo, y ahora estamos consiguiendo otra vez ‘ride’”, comentó a Efe Nicole Alexandra Castro poco antes de llegar a Querétaro.
Esta migrante, que se unió a la caravana en su paso por Guatemala, participa en la movilización con su esposo, su hijo y unos amigos, y reconoce que no sabe cuánto van a tardar en llegar a EE. UU., pero espera que sea antes de Navidad.
En la frontera, relata, piensan pedir “asilo político”. “Si nos lo dan, a echarle, a trabajar”, indica, y agrega que en su lugar de origen no dan empleo a las mujeres.
El viernes, Trump firmó una orden presidencial que limita las opciones de los solicitantes de asilo en la frontera con México e impide que esta protección sea concedida a quienes acceden a su país de forma irregular.
Sin embargo, esto no ha hecho mella en el ánimo de los migrantes, quienes siguen confiando en que Dios “toque el corazón” del mandatario estadounidense y así entienda que se ven obligados a emigrar por falta de trabajo y por la delincuencia, enfatiza Nicole Alexandra.
“Aquí vamos, a ver hasta dónde llegamos”, expresa la hondureña.
Por otra parte, la segunda caravana de migrantes, que entró en México diez días después de la primera y está nutrida por unas 2.000 personas, llegó a Sayula, en Veracruz, dejando atrás el estado de Oaxaca.
También recorre el territorio mexicano una tercera caravana, integrada principalmente por salvadoreños, que actualmente se ubica en el municipio oaxaqueño Matías Romero.
Las instalaciones que las autoridades colocaron en el centro deportivo de Ciudad de México para que los migrantes descansaran y recibieran información sobre sus derechos no serán retiradas, sino que permanecerán en pie hasta que lleguen estos dos grupos.