Gabriel Putoy Cano, descendiente de una familia monimboseña, desde niño recorrió las calles de Masaya de la mano de su progenitora pregonando “el atol, tamal pisque, cajetas”, para ayudarse a costear los estudios.
Ahora Gabriel Putoy, el cuarto de los ochos hijos que procrearon María Angélica Cano (q.e.p.d) y José Leónidas Putoy, ostenta dos títulos universitarios: uno de Física y otro de licenciado en Matemáticas.
Él es parte de los más de 300 reos que ha dejado la crisis sociopolítica que vive Nicaragua desde el 19 de abril del 2018.
Para que Gabriel Putoy lograra sus sueños de ser un profesional, su difunta madre también hizo labores de lavado y planchado, recuerda su hermana, Alba Irene Putoy, quien afirma que “muchas veces cuando no teníamos para el pasaje del bus de mi hermano (Gabriel), quien estudiaba en la UNAN- Managua, mi mamá pedía adelantado a quienes les lavaba y planchaba”.
Antes de su captura, el 15 de septiembre, Gabriel Putoy se desempeñaba como docente en el Instituto Héroes y Mártires de la Reforma de Masaya, dice su hermana Alba Irene Putoy Cano.
En medio de la crisis por el levantamiento de tranques antigubernamentales en Masaya, Gabriel Putoy se ausentó a sus labores y por eso la dirección del colegio público le aplicó la Ley de Carrera Docente, cancelándole su contrato laboral y sin pagarle la liquidación correspondiente, relata Alba Irene.
“Después que capturaron a mi hermano, el 15 de septiembre, los alumnos del Instituto Héroes y Mártires de la Reforma de Masaya intentaron hacer dos marchas en apoyo a él, pero la Policía se los impidió”, agregó la hermana.
A Gabriel Putoy, la Fiscalía le imputa los delitos de secuestro simple, robo agravado, lesiones leves, tortura y obstrucción de servicios públicos. Fue capturado el 16 de septiembre en el barrio San Fernando, ubicado en la entrada a la ciudad.
Por estos hechos, que presuntamente ocurrieron el 3 de junio del 2018 en un tranque en la ciudad de Nindirí, Gabriel enfrentará un juicio el próximo 19 de diciembre.
Sus parientes aseguran que el 3 de junio, el docente ni siquiera salió de su hogar porque cuidaba al mayor de sus dos hijos, un niño de 11 años.
Cuando sus familiares se enteraron de su arresto, corrieron a la delegación policial donde les dijeron que allí estaba preso y empezaron a llevarle comida. Era mentira.
Para sorpresa de sus parientes, Gabriel Putoy, quien tiene 15 años de ser docente, nunca estuvo detenido en ese lugar porque desde su captura fue trasladado a las cárceles de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), conocida como El Chipote, en Managua, cuenta Alba Irene Putoy con muestras de enojo por el engaño que sufrió la familia.
“El lunes 17 de septiembre (del 2018), al ver que no nos permitían verlo, nos fuimos a los derechos humanos en Managua (a la CPDH) y de allí nos mandaron a El Chipote, donde nos dijeron que él había llegado desde el sábado 15 de septiembre”, sigue relatando.
El físico y matemático, quien ahora permanece en la cárcel de Tipitapa, sufre de problemas visuales porque no las autoridades no han permitido a sus familiares llevarle las lágrimas artificiales, indispensables para su visión.