Un país donde la gente le pega a los policías y admira a los delincuentes no puede ser un buen país. México no es un buen país, aunque tengamos el ego desbordado, aunque nos autonombremos chingones.
¿Por qué lo digo? Por esas imágenes tan fuertes que vemos en muchos lados de personas que insultan, le pegan y hasta atropellan policías y agentes de Tránsito con tal de no pagar una multa.
¿Será posible que estamos tan mal que no entendamos que esos hombres y mujeres representan el poder de las leyes? ¿Será posible que hayamos caído tan bajo que prefiramos faltarle al respeto a la autoridad antes que ponerle un peso al parquímetro o que dejar de chupar para no tener broncas con el alcoholímetro?
¿Qué sigue? ¿Matarlos? Yo nada más le recuerdo que en algunos países como Estados Unidos hay pena de muerte para quien se atreva a matar a un policía. Esto no es un chiste. Esto es algo que habla con profunda claridad de la mierda en la que nos hemos convertido como sociedad.
Cuando yo era niño los chiquitos soñábamos con ser policías porque ellos eran lo más bueno que podía existir. Lo veíamos en la tele. Lo aprendíamos en los medios de comunicación. ¿Usted cree que algún niño de hoy sueñe con ser policía? ¿Que quiera ser bueno? ¿Para qué? ¿Para que lo ofendan? ¿Para que le peguen? ¿Para que le echen los carros encima?
Y no, nuestros chicos no necesitan ver El señor de los cielos, El Chema o Sin miedo a la verdad para querer convertirse en narcos, asesinos o hackers. Basta con que nos vean a nosotros cuando nos quieren poner una multa, el inmovilizador o llevarnos al Torito, para entender.
¿A usted no le da vergüenza? ¿No le da asco? Sí, me queda claro que hay policías corruptos y agentes de Tránsito de lo peor, como hay corrupción y maldad en todos los oficios y profesiones del mundo. No es justo que por unos la lleven todos. No es posible que nos comportemos así ante nuestras autoridades.
Esa muchacha uniformada que multa a quien no cumple con la ley, ya sea por conducir a exceso de velocidad, ya sea por lo que sea, es nuestra autoridad. Y si nosotros no le damos su lugar, ¿cómo queremos que se lo den los criminales? Peor tantito, ¿cómo queremos que nuestros policías y agentes de Tránsito hagan algo por nosotros si los tratamos con la punta del pie? Póngase en su lugar. Deben estar desmotivados, enojados, deprimidos.
Nuestras mismas groserías los orillan a no atendernos, a maltratarnos, a caer en juegos de corrupción. Ahora que está de moda lo de la república amorosa, el perdón y la cuarta transformación creo que sería muy sano replantear nuestra relación con nuestros policías y agentes de Tránsito, y viceversa.
No puede ser que vayamos a perdonar a alguien que vendía drogas y que no vayamos a perdonar al que nos cachó cometiendo una infracción. Perdonémonos por todo lo que nos hemos hecho y volvamos a empezar, volvamos a enseñarle a nuestros hijos que los policías son los buenos y los criminales, los malos. Y asumamos con madurez que si cometemos una falta, la tenemos que pagar nos guste o no.
Un país donde la gente le pega a los policías y admira a los delincuentes no puede ser un buen país. ¿O usted qué opina?