Se conoce como autocracia al sistema de gobierno unipersonal, es decir, comandado por una, y sólo una persona, cuya opinión es la que más tiene importancia. En el caso que nos ocupa, AMLO toma en cuenta la simulación de la democracia haciendo consulta popular, sin tomar verdaderamente en cuenta las necesidades reales de los sectores que componen a la sociedad, y por tanto, no representa al pueblo en el ejercicio del mando.
El autócrata se ejerce por sí solo y ante sí mismo como una autoridad suprema, absoluta. El filósofo francés Auguste Comte le daba el nombre de “monocracia” a este tipo de gobierno, cuyo significado viene del griego “el poder de uno”.
Los gobiernos post revolucionarios en México en cierta forma eran autócratas, aun cuando pretendían darse organismos representativos, estos caían en la mera simulación, unos en su mayoría ateos y otros juaristas, masones y hasta espiritistas en este abanico entran.
Si bien nos regimos por un sistema republicano presidencialista, a la figura del presidente en México se le ha cargado de un peso enorme. El presidente se ha convertido en el centro del poder político, de la integración nacional, de la orientación del estado.
El problema es que, si proporcionalmente se da mayor crecimiento del poder ejecutivo, esto puede corresponder al inminente debilitamiento del poder legislativo y del judicial, y a la sociedad mexicana le ha costado un gran esfuerzo el formar instituciones que le hagan contrapeso a este presidencialismo omnipotente.
Si bien ya se llegaron a arreglos parciales con algunos involucrados en la construcción del extinto nuevo aeropuerto, nunca estuvieron del todo claro las verdaderas intenciones de la cancelación y pareciese que esta artimaña respondió a una agenda política de Andrés Manuel en su concepto de “la separación del estado del poder económico”.
Cancelar los negocios que se generarían alrededor de Texcoco y del actual aeropuerto fue uno de los motivos encubiertos de Andrés Manuel, opción que desde luego no figuraba en la papeleta; su justificación pareciese ser que, ante su guerra contra la corrupción, todo se vale.
La semana pasada, el semanario político “Proceso” de circulación nacional y proclive al movimiento de Andrés Manuel, mostró un controvertido encabezado que en su portada decía: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”, a lo que el aludido respondió por un lado, que esta publicación era “Muy sensacionalista, amarillista la revista” descalificando; y por el otro lado diciendo que “están en su derecho de opinar” defendiendo la libertad de expresión; lo que dio como resultado de los que leemos entre líneas, la separación brusca del sector intelectual del país que fue segregado a tercer término por un grupo duro de radicales pensadores de Morena que nada tienen que ver con la izquierda.
La democracia se apoya en la soberanía de todo el pueblo ¿En verdad están representando cabalmente a los ciudadanos estos gobiernos que van caminando hacia la autocracia?