Pasaban pocos minutos de las siete de la tarde cuando se confirmaba la noticia: el Boca-River se suspendía. La lluvia había castigado Buenos Aires durante todo el día y el césped de La Bombonera no soportó el vendaval. Pero hasta que se conoció el aplazamiento -e incluso después-, centenares de hinchas se reunieron en Madrid para apoyar a sus equipos. La lluvia retrasó el encuentro a hoy (20.00 h., #Vamos), pero no consiguió lo mismo con los cánticos que inundaron la capital durante toda la tarde. «Es mejor que no se juegue en esas condiciones. Es algo histórico y se tiene que jugar de la mejor manera posible», dice Mariana, seguidora de Boca.
Pese a su suspensión, el prólogo del partido cumplió con lo prometido. Su trascendencia ha sobrepasado fronteras y los aficionados de ambos equipos no quisieron perderse vivir semejante cita: «Hay que gritar más fuerte para que nos oigan. Tenemos que vivirlo como si estuviéramos allá», cuenta Nicolás, quien camina por la Puerta del Sol con una enorme bandera de los millonarios. Cristian, uno de sus acompañantes, se suma a la conversación: «Hoy no estamos en Argentina, pero toca bancar a River más que nunca».
A unos pocos kilómetros del centro, la filial de Boca vive las horas previas de manera similar. Los cánticos solo se interrumpen cuando los allí presentes esperan noticias desde Argentina. «Dicen que se suspende, así que vamos a tener que aguantar los nervios un día más», dice apesadumbrado Leonardo, quien viste una peluca amarilla y un chubasquero azul con una enorme B blanca en el pecho. Confirmada la suspensión, el ambiente festivo no decae y los aficionados se arrancan con cánticos dejando, ahora sí, el móvil de lado. «Boca es fiesta y carnaval. Es pueblo, es gente. El superclásico es ilusión y pasión», afirma Lucho, otro de los allí presentes.
Y es que la final de este año de la Libertadores ha puesto de acuerdo a dos aficiones enfrentadas desde su nacimiento: «Argentina lleva dos semanas paralizada. La gente se ha olvidado de los problemas del país por un momento», cuenta Diego, aficionado de River. En el otro bando, Julio lo corrobora: «Da igual del equipo que seas, este partido lo tienes que ver. ¡Hasta el presidente no para de hablar de ello!».
«El superclásico siempre es especial: la final va a dejar a la mitad de Argentina muerta y a la otra mitad celebrando»Cristian, Aficionado de River afincado en Madrid
Como suele ser habitual en este tipo de rivalidades, millonarios y xeneizes sacan pecho de aquello que les diferencia: «River es un sentimiento. Es la camiseta más linda del mundo, los colores son únicos. Es la Casa Blanca del fútbol», confiesa Cristian, visiblemente emocionado. «Boca es lo más grande que hay. Nosotros somos pueblo, somos gente humilde; no estamos en un barrio pijo», contraataca Julio. No se puede ser imparcial, hay que elegir: «Cuando tu vieja está embarazada ya se sabe de qué equipo vas a ser. Es algo que se transmite en la familia», añade.
Dos maneras de entender el fútbol que vivirán en la final su manera de hacerse valer: «Quien pierda va a tener que salir del país. Una derrota te marca para siempre». Pero aunque la tensión esté por las nubes, nadie se olvida de lo que les une: «Ante todo somos argentinos y vivimos el fútbol de igual manera». Preguntados sobre qué mensaje enviarían a sus rivales, ambos vuelven a coincidir: «Que viva el fútbol, que gane el mejor y que no haya violencia», proclama Mariana. «No es una guerra, es una rivalidad», dice Matías, de River. Eso sí, en ambos lados apostillan: «Pero que no se olviden que el más grande será siempre River», dicen en un lado. «Nosotros no estuvimos en “la B”, esa mancha no se borra», contestan en el otro.