–¿Cuándo surge su pasión por la ciencia?
–Desde pequeño. Recuerdo ir a la Biblioteca Nacional a leer a Darwin porque entonces no se podían comprar los libros de divulgación científica tan fácilmente como hoy.
–Generalmente, si alguien no conoce quién escribió el Quijote pasaría por inculto. Pero tendemos a perdonar que una persona no sepa explicar qué es un quark. ¿La ciencia no es cultura?
–La ciencia está abandonada como tema de conversación cuando realmente es lo más interesante de lo que se puede hablar hoy. No concibo tema de conversación más apasionante que la cosmología. Por desgracia, en España la ciencia interesa poco. Ahí está el ministro Duque tratando de que le hagan caso. Pero claro, es más interesante subir el salario mínimo un 23 por ciento (que es una barbaridad de medida) que aumentar la inversión en ciencia.
–El libro repasa casi todas las ciencias básicas con predilección por la cosmología.
–La cosmología trata del origen de todo. Y, además, está asociada a la idea de trascendencia... Estudiar cómo funciona el cosmos te enfrenta a conceptos tan apasionantes como que somos hijos de las estrellas, que todos los elementos que nos componen nacieron en el seno de un sol. Saber de dónde venimos y adónde vamos nos hace entrar en otra fase de conocimiento, llámese religioso o como quiera.
–Pero, ¿realmente sabemos de dónde venimos y adónde vamos? ¿La ciencia es tan poderosa como para poder explicarlo todo?
–No, ni mucho menos. La ciencia ha resuelto muchas dudas, pero el universo está lleno de misterios. ¿El Big Bang es solo uno o ha habido varios? ¿Qué es el infinito? Preguntas como estas siguen sin respuesta. Y ahí es donde puede estar Dios.
–¿Cuál es el descubrimiento de la cosmología que más le ha conmovido?
–La idea de que hay un universo antrópico me fascina. Entender que puede que vivamos en el único planeta habitado del cosmos y que es posible que el Universo haya nacido para que nosotros vivamos en él me parece conmovedor. ¿Es posible que nuestra vida haya surgido, con toda su complejidad, solo por mor del azar y la necesidad? ¿O pudo haber un impulso que no conocemos y que regula todo el proceso evolutivo?
–En sus respuestas y en su libro sobrevuela siempre el concepto de trascendencia. ¿Es esta obra el resultado de un último viaje interior de madurez?
–Me preguntan a veces si he escrito este libro como reflexión en la última etapa de la vida. En realidad llevo diez años escribiéndolo. No lo he escrito antes porque no tenía tiempo, mis obligaciones sociales y políticas no me lo permitían.
–¿La ciencia y la religión pueden convivir?
–Sí, claro. Lamaitre era sacerdote y se convirtió en el primer científico que propuso la idea de la expansión del cosmos. Pasteur no creía que hubiera nada espontáneo en la reproducción de los microbios, pensaba que Dios podía participar en su creación.
–¿Cree en otra vida?
–Pues mire, tengo dudas
–¿Y la ciencia podría explicar su existencia?
–Ni siquiera podemos explicar esta que tenemos... es increíble. No tenemos idea de por qué estamos aquí, ni para qué, ni hasta cuándo.
–Hablar de otras vidas también puede querer decir que existen otros seres vivos ajenos a nosotros en el cosmos.
–No sería capaz de afirmar que estemos solos en el universo. Creo que sería un derroche absurdo de recursos que hubiera nacido algo tan vasto como el cosmos para que solo lo habitemos nosotros. El universo tiene 13.800 millones de años, mal iría la cosa si no existieran miles de civilizaciones superiores a la Humanidad. Pero no tenemos noticias de ellas.
–¿Quizás la nuestra sea la más afortunada?
–La tesis de mi libro es precisamente esa: mostrar nuestro planeta como un paraíso. El universo es un entorno salvaje, explosivo, y nosotros estamos ahí en un ramal de la Vía Láctea, en una zona tranquilita, sin grandes peligros alrededor.
–¿Teme usted a algo del progreso científico?
–Creo que todo lo nefasto que la ciencia pueda traer acabará llegando. Llegarán los grandes peligros de la manipulación genética, los riesgos de la elección de los rasgos que deseamos para nuestros hijos... Habrá espantos. Y es posible que las instituciones internacionales tengan que instaurar una policía de la ciencia para controlar las tentaciones de usar el progreso de manera equivocada, para poner algo de orden en el progreso.
–En ciencia, ¿algún fin justifica los medios? ¿Para curar una enfermedad estamos dispuestos a todo?
–Necesitamos una ética planetaria que favorezca el desarrollo que tiene una finalidad de auténtica mejora. De mejora global.
–¿La Inteligencia Artificial será capaz de hacer en el futuro que esta entrevista la realicen dos robots en lugar de usted y yo?
–Tengo la esperanza, no sé si fundada, de que el cerebro humano nunca podrá ser sustituido. El genio del hombre no podrá transferirse a un robot.
–Muy optimista le veo...
–Creo que estamos aquí para algo, que esto no es casual. Nuestra existencia ha de tener un sentido, quizás a la manera de Asimov: «Nos han puesto aquí para observarnos y nos han dado una misión: que el conocimiento llegue a desentrañar las últimas verdades, y cuando se desentrañen las últimas verdades, esto será el paraíso».