La radiografía de la inmigración en la Comunidad de Madrid dibuja un panorama caleidoscópico. En la región conviven personas venidas de decenas de países repartidos entre varios continentes. Y, según el último Barómetro de Inmigración, lo hacen en un clima de convivencia: así lo ven el 94 por ciento de los extranjeros y el 88 de los españoles. La mayoría de estos residentes son rumanos, pero los que más han aumentado en porcentaje son venezolanos, reflejo del éxodo provocado por el régimen de Nicolás Maduro.
La consejería de Políticas Sociales, que dirige Lola Moreno, dispone de un instrumento para medir la evolución de este fenómeno en la comunidad: el Observatorio de la Inmigración, que procesa cada año los padrones de población de los 179 municipios madrileños. Ese estudio pormenorizado permite reflejar sobre el mapa el reparto de la población extranjera en la comunidad y su distribución geográfica.
Madrid es, desde siempre, una tierra abierta al que viene de fuera. Fue en los 60 refugio de esa primera emigración rural y después, a partir de los 90, recibió a esa otra inmigración que trajo a los barrios acentos hasta entonces desconocidos. Los últimos datos señalan que hay en la región 893.276 inmigrantes, que suponen un 13,4 por ciento de la población total de la Comunidad de Madrid. Una cifra ligeramente superior a la de los últimos dos años, aunque aún lejos del «pico», que se alcanzó en el año 2010: entonces se alcanzaron 1.118.991 inmigrantes extranjeros, según datos del Observatorio de Inmigración.
Perfil medio
El inmigrante tipo es mujer (51 por ciento), tiene unos 34 años y es rumana. Y, a juzgar por los mapas de distribución de esta población, probablemente viva en la zona este o sureste de la región; o si lo hace en la capital, en distritos como Barajas, Vicálvaro, Moratalaz, Puente y Villa de Vallecas, Villaverde, Carabanchel o Latina.
Datos de la última Encuesta Regional de Inmigración, realizada en 2016, afinan más aún la fotografía: el 87,4 por ciento de los inmigrantes trabajan por cuenta ajena y el 10 por ciento por cuenta propia. La mayor parte (uno de cada cuatro) trabajan en hostelería o en el comercio (19 por ciento). Viven en un piso alquilado (el 53,1 por ciento) o en habitaciones arrendadas (18 por ciento), en casas de amigos o familiares (19,5 por ciento) o, en último caso, tienen vivienda propia (en un 7,9 por ciento).
Su intención es, en un 61,8 por ciento, establecerse en España; sólo un 25 por ciento piensan regresar a su país, algo que harán en unos años (el 59 por ciento) o al jubilarse 82 por ciento).
Sin embargo, la gran sorpresa del último informe, según técnicos del Observatorio de la Inmigración, ha sido el notable incremento del número de venezolanos que han llegado a Madrid: 21.432 se asentaron en Madrid en 2017, y 30.050 en 2018, lo que supone un incremento del 40 por ciento. También ha aumentado mucho la cifra de los hondureños llegados a la región: fueron 14.626 en 2017 y han alcanzado los 19.871 en este ejercicio: un 35,8 por ciento de subida.
Nacionalizaciones
La crisis golpeó fuerte a estos nuevos vecinos, muchos de los cuales decidieron marcharse. Pero esta tendencia ha vuelto a cambiar. En 2016, se tocó suelo: hubo 862.085 inmigrantes en la región. Ese año marcó el punto de inflexión y a partir de entonces, las cifras han ido creciendo sin prisa pero sin pausa. Otro motivo para la caída de la estadística fueron las nacionalizaciones, que no han dejado de crecer. En 2013 fueron 56.000 personas –por una agilización de los expedientes fomentada entonces desde el Ministerio de Justicia– y unos 20.000 al año a partir de entonces, excepto en 2017, donde sólo hubo 5.000. Desde 2000, señalan en el Observatorio, se han superado los 360.000 nacionalizados.
En la región, los municipios donde más ha aumentado la población extranjera son Madrid, Getafe, Alcalá de Henares, San Sebastián de los Reyes y Alcobendas. De entre las grandes localidades de la corona metropolitana, las que cuentan con un mayor porcentaje de inmigrantes entre su población son Parla (20,7 por ciento), Torrejón de Ardoz y Alcalá de Henares (19 por ciento) o Coslada (17,8).
Pero paradójicamente, son algunos pequeños municipios los que tienen un mayor peso específico de población inmigrante, en relación con su número de habitantes totales. Ocurre con Rascafría (con un 28,7 por ciento), Estremera (un 26,4) o Fresnedillas de la Oliva (que llegó a tener un 40 por ciento de población extranjera y ahora se sitúa en un 25,9).
En la capital, se dan concentraciones en los distritos del este y el sur; hay más de un 18 por ciento de inmigrantes en Arganzuela, Tetuán, Carabanchel o Villaverde. Incluso alguno, como Usera, supera el 21 por ciento. Por nacionalidades, no obstante, están repartidos. Por ejemplo, hay altos porcentajes de población marroquí (de hasta el 30,9 por ciento, según los datos del Ayuntamiento de Madrid de julio de 2018) en el barrio de San Cristóbal, en el distrito de Villaverde, o en el de San Diego, en Puente de Vallecas (donde llegan al 27,5 por ciento).
Sin embargo, la población china se concentra sobre todo en el barrio carabanchelero de Opañel (20,1 por ciento); en todo el distrito de Usera, donde supera el 26,5 por ciento en varias zonas; y en el Pradolongo, que alcanza el 32,8 por ciento. Tetuán concentra a la población paraguaya y Ciudad Lineal –Pueblo Nuevo y Quintana– y Arganzuela –La Chopera–, la ecuatoriana.
Convivencia pacífica
En general, la convivencia se desarrolla con normalidad y de forma pacífica. Salvo algún incidente aislado, como fueron los enfrentamientos en Lavapiés entre policías y manteros, en el conjunto de la Comunidad nueve de cada diez extranjeros se sienten integrados en la sociedad madrileña y tres de cada cuatro españoles piensan lo mismo. En el último barómetro realizado, con datos de este mismo año, un 94 por ciento de extranjeros y un 88 por ciento de españoles piensan que el clima de convivencia en su municipio o barrio es bueno, muy bueno o excelente.