Tomás Tueros Trueba (1932-2016), nacido Progreso Tueros, fue uno de los grandes sindicalistas de acero blindado de la época franquista, militante ancestral del PCE y de las CC.OO. de Vizcaya. Cuando la coqueluche del comunismo vasco se arrejuntó con los exetarras de Mario Onaindía para formar Euskadiko Ezkerra, Tueros, fiel a Santiago Carrillo, sentenció gravemente: «en ese partido va a haber más maricones que obreros». Ni se planteó que ambas condiciones pudieran coincidir en algunas personas físicas.
¡Qué habría dicho Tomás Tueros Trueba del Gobierno de Sánchez! Como algunos de sus camaradas carrillistas vascos (Ignacio Latierro, Juan María Jáuregui o José Luis López de Lacalle, asesinados los dos últimos por ETA) derivó hacia el Partido Socialista de Euskadi, antes de que este se fusionara con Euskadiko Ezkerra. Terminó sus días (Tueros) en UPyD, con Maite Pagazaurtundúa, que le había dado la bienvenida muchos años atrás en el PSE. Lo sé, porque yo estaba también allí, en la Sociedad Gaztelupe de San Sebastián, junto a Maite, en la cuchipanda de acogida a los carrillistas. El año siguiente, en una universidad de Virginia, Mario Onaindía me anunció con todo cariño que Euskadiko Ezkerra estaba a punto de unirse al PSE y que mi cabeza era uno de los requisitos exigidos por los de su partido para que la convergencia se llevase a cabo. Los socialistas, sobra decirlo, no vacilaron en ofrecérsela. Me picó el gesto, no lo negaré, pero mucho menos que cuando, tras la llegada de Rodríguez Zapatero al Gobierno, me retiraron la escolta. Eso sí que me pareció un detalle golfo.
Ni siquiera en mis dos años de socialista de carné (1987-1989) tuve una alta opinión del ya por entonces centenario partido fundado por Pablo Iglesias Posse. Hablo del partido en su conjunto. Por supuesto, he conocido en sus filas a personas bastante decentes. No a muchas, es verdad. Como en todas las formaciones de izquierda, lo que más abunda -y crece- es gente resentida y logrera, pero conservo todavía la amistad de algunos viejos militantes tirando a honestos. Viejos, digo. Más viejos que yo en su mayoría, lo que significa que no pintan demasiado en el PSOE de Sánchez. Fernando Savater, que fue conmilitón de Tomás (Progreso) Tueros en los últimos años de este, mantiene una visión del PSOE más generosa que la mía o que la que Tueros tuvo de Euskadiko Ezkerra (hoy marca eusquérica y abertzale del partido de Isabel Celaá). Fernando cree que en el PSOE coexisten un PSOE «de garrafón» (el que hoy gobierna) y uno «de marca embotellada», limpia y sinceramente constitucional. No lo creo. En su historia centenaria y más que centenaria, pese al mito tontorrón de Besteiro, que hoy sólo la derecha alimenta, el PSOE ha sido un partido de monolitismo berroqueño. En democracia, cuando pierde votos, se radicaliza e irrumpe en los caladeros de la extrema izquierda, llegando al golpe de Estado si intuye que esa es la única forma de arrebatar la hegemonía a los comunistas, como lo hizo en octubre de 1934. Como lo hicieron, para ser más exacto, Prieto y Largo Caballero, dos golpistas contra la II República cuyas horrendas efigies bien pagás a Pablo Serrano y José Noja, respectivamente, infaman sendas fachadas de los Nuevos Ministerios.
Ahora, lo que emborracha a bases y alturas socialistas es el ron venezolano, que nunca fue otro el saltaparapetos de los piratas del Caribe. Por cierto, cuando algún imbécil trató de recordarle a Churchill las venerables tradiciones de la marina británica, el por entonces Lord del Almirantazgo replicó: «las únicas tradiciones venerables de la Armada son el ron y la sodomía». Así. Como Tomás/ Progreso Tueros. Con dos garrafones.