«Pues claro que lo van a pagar los clientes, sólo que a plazos, o con un retoque de los intereses, o con la fórmula que fije la estrategia comercial de cada banco. Y el lunes empezarán a comprobarlo». Llueve sobre un centro de Madrid en obras, un caos de máquinas, barro, polvo y atascos. En la planta alta de una entidad financiera, el ejecutivo esboza una leve sonrisa con gesto aliviado. «La verdad es que esta conversación estaba prevista para comentar un escenario mucho peor, más complicado, pero la sentencia ha sido bastante más satisfactoria de lo que esperábamos. Y con un coste asumible para todos, dentro de lo problemático del caso. No, yo no creo en esa teoría conspirativa del pacto entre los poderes del Estado. Demasiado alambicada, si bien de facto es evidente que la solución, concertada o no, ha evitado el caos. Si el Gobierno se quiere poner ahora una medalla, que lo haga mientras le dejen o le crean los ciudadanos. Porque el dichoso impuesto, de una manera o de otra, seguirá a cargo del prestatario. No, no hará falta volver a las comisiones de apertura, que han caído en desuso, ni a ningún mecanismo raro. Mira: la media reciente de las hipotecas es de 120.000 o 125.000 euros a devolver en 24 o 25 años. Ponle un uno por ciento correspondiente a actos jurídicos documentados, 1.250 euros arriba o abajo: aunque sea algo más, dime si eso es difícil de prorratear en las cuotas sin escándalo. Los retoques de tipos serán mínimos, prácticamente imperceptibles para el usuario. Y con el gravamen a las transacciones, si llega, ocurrirá más o menos lo mismo, lo asumiremos como costes trasladables al mercado. El único tributo que no se paga es el que no existe, que te quede claro».
«A nosotros lo que nos importaba era la retroactividad. No sólo porque significaba provisionar unos cinco mil millones, sino por el impacto en la cotización, que en conjunto hubiese sido mucho mayor que eso. De ahí que lo único que pidiésemos fue, cuando temíamos un fallo adverso, que se comunicase con el mercado cerrado para poder gestionar su efecto con un mínimo de tiempo. El Gobierno tenía pánico de incrementar el déficit, porque obviamente íbamos a ir a pleito, y las autonomías estaban espantadas ante la posibilidad de perder de alguna forma el impuesto. Ahora todo el mundo gana, incluso los clientes que no tienen que hacer el desembolso al firmar el préstamo. Bueno, sí, todos menos el poder judicial, que sale descalabrado y con el prestigio por los suelos. A todos nos preocupa la reputación, y en ese sentido este lío no ha resultado para casi nadie bueno. Pero unos se jugaban la credibilidad y otros... el crédito. ¿Que el presidente ha aprovechado para darle, en vísperas del juicio del procés, una lanzada en el costado al Supremo? Puede que estés en lo cierto, pero se trata de política, allá ellos. El negocio de la banca tiene que ver con el dinero...».