Cuando se habla de la evolución de vehículos eléctricos en las ciudades, suele pensarse en los coches. Sin embargo, no son los autos los que están tirando de la movilidad eléctrica, sino los autobuses urbanos. Según un informe publicado este jueves por la organización Transport and Environment, los pedidos en firme de buses eléctricos en los países europeos pasaron de 400 en 2016 a 1.031 en 2017. Esto significa que la movilidad eléctrica representa ya un 9% de la cuota de mercado en los autobuses, frente al 1,7% que supone en el sector de los automóviles.
¿Por qué avanza más rápido el bus que el coche? Según el informe, el escándalo del ‘dieselgate’ sacó a la luz muchos de los problemas con el diésel y está obligando a los ayuntamientos europeos a “limpiar” las flotas de transporte público. Aunque este fenómeno resulta especialmente importante en China, donde circula el 99% de los 385.000 buses eléctricos contabilizados en el mundo. La importancia del avance de estos vehículos es todavía más notable cuando se analiza la reducción del consumo global de petróleo en el transporte por carretera. “El 84% del petróleo que se está dejando de quemar en transporte es por el aumento de buses eléctricos”, asegura Lucien Mathieu, uno de los responsables del estudio.
Hasta ahora, la gran ventaja de los vehículos diésel era su reducido precio: un bus eléctrico cuesta el doble que uno diésel. Pero este no tiene en cuenta los costes derivados de los problemas de salud, muertes prematuras o pérdida de productividad que provoca quemar gasóleo. La organización con sede en Bruselas ha estimado estos costes externos para comparar buses diésel con otros eléctricos. Según sus cálculos, estos últimos al final resultan más baratos: 1,04 euros de un bus diésel respecto a 1,01 de uno eléctrico.
Transport and Environment cuestiona que, a pesar de las ventajas a largo plazo de los buses eléctricos, “algunas ciudades creen que han encontrado una manera eficiente de descarbonizar sus flotas con gas natural. En realidad, esta es una muy mala opción”. La razón es, por un lado, ambiental y de salud. En el informe, la organización europea explica que los estudios realizados en conducción en carretera de camiones que se mueven con gas “no presentan beneficios significativos en calidad del aire respecto a las partículas NOx comparado con vehículos que respetan el estándar Euro 6”.
También hay argumentos económicos. Los autores del estudio cuestionan en concreto a Madrid, que tildan de “pasmoso ejemplo de cómo una ciudad puede equivocarse al renovar su flota: la ciudad se ha comprometido a comprar 460 autobuses de gas para los próximos dos años”. La Empresa Municipal de Transportes de la capital anunció en julio de este año “la mayor compra de autobuses en volumen económico de la historia de la EMT y también una de las mayores por número de vehículos”. En concreto, se trataba de la adquisición de 276 unidades del modelo Citaro NGT (Natural Gas Technology) y 184 autobuses del N280 GNC (Gas Natural Comprimido). Quizá la EMT no esté pensando en una de las principales advertencias de los analistas climáticos: si los gobiernos siguen la recomendación de los científicos, dos tercios de las reservas de petróleo y gas no se podrán quemar, poniendo en peligro las inversiones en estos activos. De igual modo, Madrid estaría comprometiendo un dinero público en un gasto de muy poco recorrido. Como incide Mathieu: “En unos años será más barato comprar autobuses eléctricos, por razones de salud y por motivos climáticos que hay que respetar, así que este tipo de inversiones no servirán para nada, son inútiles”.
Cuando se comparan las flotas de buses de las principales ciudades españolas, Madrid es la que más vehículos de gas natural tiene. Como se puede ver en la infografía, Madrid tiene 1275 buses de gas natural, muy por encima de los 372 de Barcelona, 218 de Sevilla y 75 de Valencia (fuente: estudio El aire que respiras, la contaminación atmosférica en las ciudades).
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