Si el juvenil Diego Lainez abandona la cancha, sustituido por cualquiera de los extranjeros a los que les ha quitado el puesto, el América se cae. No hay manera de que el entrenador Miguel Herrera encuentre la forma de darle un levantón a su equipo sin este muchachito.
Pero lo mismo pasa en el Cruz Azul cuando otro novel futbolistas, Roberto Alvarado deja de aparecer en el equipo. Su desequilibrio, atrevimiento, desborde y capacidad goleadora han sido fundamentales en este extraordinario arranque del equipo propiedad de la cooperativa cementera.
¿Cómo dos elementos que no han cumplido ni siquiera los 20 años se han convertido en las figuras de dos de los equipos más poderosos del futbol mexicano?
La explicación no es nada sencilla de articular. Pasa por supuesto por el talento de Lainez y Alvarado, por el descaro y atrevimiento que demuestran sobre el terreno de juego... Pasa también por la confianza que han depositado en ellos los directivos y cuerpo técnico de ambos equipos.
Pero debe también explicarse en el agotamiento de un modelo del que tanto América como Cruz Azul han sido primerísimos exponentes: este de contratar y contratar cada torneo semestral una enorme cantidad de cuestionables refuerzos foráneos, en la enorme cantidad de los casos, a precios altísimos para lo que finalmente terminan por rendir.
Son millones de dólares, ¿entre los 10 y los 20? (pienso que me quedó inclusive corto), los que cada uno de estos equipos son capaces de poner cada semestre para cazar a los jugadores que vendrán a reforzar sus plantillas... Sudamericanos la mayoría de ellos, algunos provenientes de las Ligas de Colombia, Ecuador, Argentina, Paraguaya o Chilena (cada vez son menos los brasileños)... O jugadores de estos países, pero que vienen de jugar en equipos europeos.
¿Y si invirtieran cuando menos la mitad de estas cantidades en reforzar su búsqueda y preparación de talentos nacionales como Lainez y Alvarado?
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