El gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís prácticamente se lavó las manos en el caso del polémico tema del eventual regreso de las corridas de toros a Coahuila, prohibidas desde agosto de 2015.
La semana próxima se presentará en el Congreso Local una iniciativa encaminada a modificar la Ley Antitaurina, y desde luego ya empiezan a calentarse y radicalizarse los ánimos a favor y en contra de la fiesta brava.
Los representantes de las peñas taurinas en la entidad y simpatizantes de la tauromaquia están de plácemes por el hecho de que vuelva a discutirse el posible regreso de las corridas.
Para los activistas y representantes de la organización Coahuila, libre de corridas, se trataría, sin lugar a dudas, de un retroceso en materia de protección animal. En los próximos días seguramente veremos posturas exacerbadas de ambos lados.
A nivel nacional y mundial la tendencia general es la prohibición de la tauromaquia. En otros lugares como las Islas españolas Baleares, encontraron un punto medio: corridas de toros sí, pero sin sangre, matar ni herir a los toros, lo que también se practica en Portugal y en el sur de Francia. Para los amantes del arte de Cúchares limitarlo al uso de capote y muleta significan “desnaturalizar” y que “pierda la esencia” el toreo.
El hecho es que hace tres años las corridas de toros en Coahuila se prohibieron por así disponerlo el entonces gobernador Rubén Moreira, y lo hizo no porque le preocupara el maltrato a los toros, sino que lo movió un afán de desquite contra el empresario taurino y próximo senador por Morena, el expriista Armando Guadiana.
Pues bien, Riquelme Solís se lavó las manos, pero deslizó un “yo nunca estuve en contra”. Otro hecho es que los taurófilos laguneros pueden ir a Ciudad Lerdo, Durango a disfrutar e incluso organizar corridas de toros. Algo parecido a los que gustan de las apuestas en los casinos, prohibidos en Coahuila también en el sexenio pasado.
Les bastan 15 minutos para llegar a uno en Gómez Palacio, Durango.
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