Luis Suárez fue el último director que tuvo Metropolitanos en la pelota cubana. Lo sentenciaron a vivir de lo que más le gusta un año antes de que decidieran dejar a la capital solo con el equipo de Industriales. Luis es de los pocos que «ha caído» riéndose. Volvió a sus orígenes: trabajar con los niños, y ahí piensa retirarse, aunque aún le faltan varias generaciones por formar.
Bajo su mando, Metros siempre se superó. Fueron tres temporadas en las que ganó 22, 28 y 36 juegos, respectivamente, pese a que los Leones le «mordían» los mejores atletas, pero la Comisión Provincial de La Habana le dijo que de seguir el equipo en el campeonato no habría una cuarta oportunidad para él, y Luis se fue a donde siempre ha sido feliz. Donde hacen falta miles de Luis para ayudar a que el béisbol cubano salga del slump.
Ahora entrena en las categorías de iniciación del municipio de Diez de Octubre y su nombre es de los que más prestigian el trabajo capitalino en la base y, sin exageraciones, mucho más allá también.
—Hay un gran dilema entre teoría y práctica, ¿en la base se entrena o se enseña?
—Desgraciadamente el «championismo» influye en que para buscar un buen resultado los entrenadores obvien con frecuencia la enseñanza correcta de elementos técnicos, y son los problemas que se arrastran hasta las categorías superiores.
—¿Crees que el sistema evaluativo de los técnicos debería cambiar para que no prime el «championismo»?
—La evaluación de nosotros debería tener un enfoque más integral, cualitativo, en el que sea tomado en cuenta el lugar en los campeonatos, pero también el dominio de los fundamentos técnico-tácticos y la mecánica de juego de los jugadores, el aporte a las preselecciones. Eso, en mi criterio, es más importante que el lugar en una competencia, y contribuirá a que los entrenadores dediquen más tiempo a enseñar los elementos técnicos y a corregirlos a tiempo.
—La situación de los recursos es compleja en la base, ¿qué paliativos buscan?
—Si no fuera por los padres sería prácticamente imposible trabajar en estas categorías. El béisbol es un deporte muy costoso. Además de pelotas, bates y guantes, para su enseñanza se requiere de otros implementos como soportes de bateo, quizá no uno por área, que fuera lo ideal, pero sí por municipio o varios en las provincias.
—Pero no todos los padres tienen la misma solvencia económica…
—Un equipamiento de receptor es muy caro, hay padres que no quieren que sus hijos jueguen esa posición aunque tengan talento, porque no pueden adquirirles todo lo que llevan. A veces entre todos reúnen para ayudar al niño de menos posibilidades económicas, es un trabajo en equipo el que hacen los padres. Por eso digo que ellos son protagonistas en el béisbol aunque no jueguen. Ayudan también con el transporte y otros asuntos.
—¿Por esa razón se han perdido muchos posibles talentos?
—Sí, se pierden, y hablo solo de La Habana, no sé cómo será en otras provincias, aunque Cuba es un semillero de peloteros que nunca se va a agotar.
—¿Tan pocos recursos te asignan por el Inder?
—Llevo tres años en Diez de Octubre y no he recibido el primer equipamiento de cátcher, al inicio del curso nos dan diez o 12 pelotas, pero son insuficientes para trabajar con 25 o 30 niños de una categoría y si se reúnen las dos, 9-10 y 11-12, pues es el doble de muchachos.
«Antes cada área tenía un stock de uniformes, bates, guantes, pelotas, implementos para los receptores, si los padres querían algo mejor pues lo compraban, pero ningún niño dejaba de practicar béisbol o se iba para otro deporte por falta de recursos».
—Y lo otro es el fútbol, supongo que la competencia sea muy fuerte en estas edades…
—Ese es otro tema muy sensible. El fútbol ha tenido mucha cobertura mediática, y yo no lo veo mal, pero se ha ido por encima del béisbol. Si se transmiten en vivo los partidos del mejor fútbol del mundo, debe hacerse lo mismo también con la mejor pelota del mundo para que sea parejo.
«Sería muy provechoso que nuestra televisión pusiera algunos juegos de categorías infantiles, aunque sea diferido, así los niños los ven y se interesarían más por nuestro deporte. En estas edades hay mucha competitividad, por lo menos en La Habana es así, en las competencias tienen nivel, los equipos están bien uniformados hasta con el apellido en la camiseta».
—¿Consideras que hay déficit de entrenadores preparados en la base?
—No se puede negar que no están todos los que debieran; ha habido éxodo hacia otros trabajos mejor remunerados y no pocos se han gestionado contratos en el exterior. Nosotros nos apoyamos mucho en los activistas, personas de mucha incondicionalidad y entrega, pero no todos dominan los conocimientos necesarios para la enseñanza de los fundamentos técnicos, y también sucede con los profesores nuevos, que necesitan superarse, porque el béisbol es muy complejo, y más en estas categorías, en las que hay que tener mucha paciencia para poder fijar bien los conocimientos y corregir a tiempo los errores.
«Lamentablemente, hemos perdido unos cuantos entrenadores muy capacitados, que se han desmotivado ya sea por la poca remuneración o porque a veces tienen un buen resultado en su trabajo y no los convocan para las preselecciones provinciales teniendo méritos suficientes para ello».
—¿Por qué no se hacen más clínicas con glorias deportivas y entrenadores cubanos?
—Solo se han organizado clínicas con gentes de las Grandes Ligas, y yo creo que no tenemos que esperar por extranjeros para ese tipo de eventos que tan provechosos resultan. Deberían ser más sistemáticas con nuestros técnicos y exatletas que estoy seguro podrían ayudar mucho en ese sentido.
—Siempre has dicho que disfrutas el trabajo en estas categorías, ¿cuál es el encanto?
—Esta es mi pasión, siento orgullo cuando veo la evolución de los niños, desde que empiezan hasta que pasan a otros niveles. He tenido el privilegio de trabajar con varios muchachos, aunque siento mucho orgullo por un atleta que siempre pongo como ejemplo, no solo porque llegó a la selección nacional de Cuba y es uno de los mejores en su posición, sino por la persona que es, por los valores que tiene, me refiero a Frank Camilo Morejón. Él ha venido algunas veces a conversar con mis alumnos y eso es muy bueno, tiene un gran impacto en los niños.