En cristiano, el doctor Knock (que interpreta Omar Sy, un buen mozo de moda en el cine galo gracias a títulos como la sobrevalorada «Intocable», «Monsieur Chocolat» y «Mañana empieza todo», que tal bailan)) es un sinvergüenza. Un jeta, un vividor aunque de muy buena planta y mejor labia que, en la Francia de los 50, tras escapar por los pelos de un palizón por sus deudas de juego y colarse en un barco gracias a su condición de «doctor» (aunque de medicina no tenga ni repajolera idea), decide situarse en un pequeño pueblo para ejercer como galeno «de verdad», aun cuando para ello deba inventarse las enfermedades de sus subyugados pacientes. La película, una comedia blanca amable y un tanto inocentona (los habitantes de la localidad resultan de un cándido difícilmente creíble), quizá podría haber ofrecido de manera paralela un retrato más profundo de un país que todavía se recomponía de la II Guerra Mundial, pero el carismático Sy transforma en oro todo lo que interpreta, para qué, entonces, meterse en líos.
