Los tambores de guerra, lejos de enmudecer, vuelven a sonar. Este pasado jueves los líderes europeos reaccionaron con cautela, cuando no desconfianza, ante el anuncio de Donald Trump de eximir a las importaciones europeas de acero y aluminio de la subida arancelaria del 25% y el 10%. Temían contrapartidas y sus miedos han acabado materializándose. El viernes de madrugada (hora europea), Trump aclaró que la excepción sólo estará vigente hasta el 1 de mayo y EE UU quiere aprovechar este corto periodo para arrancar compromisos a los socios europeos difíciles de cumplir. La UE interpreta este ultimátum como un chantaje y el presidente francés, Emmanuel Macron, no pudo ser más claro al negarse a negociar «con un revólver apuntando a la sien».
Al comienzo de la cumbre en Bruselas la UE tenía buenos presagios, pero la conocida imprevisibilidad de Trump volvió a ser previsible y los líderes europeos fueron conscientes ayer de que el diablo está en los detalles. Hasta cambiaron la agenda ante el temor de que la respuesta al presidente de EE UU pecara de inocente por la falta de información.
Ahora las cartas ya están sobre la mesa y los presagios no son buenos. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, considera que la fecha del 1 de mayo no es «realista» ante las peticiones de Trump, que pide rebajas arancelarias por parte de la UE a los productos estadounidenses. Para Juncker, el anuncio del inquilino de la Casa Blanca es una «buena mala noticia». Dentro del vaso medio lleno, el presidente de la Comisión agradece que haya reconocido al bloque comunitario como una sola entidad. La UE temía en las últimas semanas que Washington intentara dividir a los socios europeos, por ejemplo, con una excepción a Reino Unido, en pleno divorcio de sus todavía socios. Precisamente la política comercial es una competencia exclusiva de la UE y nigún Estado puede negociar por su cuenta.
La Comisión ha estado preparándose ante la amenaza de Trump, y sus expertos han elaborado dos listas con 350 productos estadounidenses cuyas ventas suponen 6.400 millones de euros. Las declaraciones de ayer de Macron demuestran que a la UE no le temblará el pulso si es necesario recurrir a esta última bala. «No usaremos medios débiles ni seremos ingenuos. Si nos atacan reaccionaremos sin debilidad. Todos debemos ser conscientes de ello». Aunque el presidente de Francia reconoció el problema de dumping comercial (producción por debajo del precio del coste) y se mostró partidario de reformar las normas de la Organización Mundial del Comercio, criticó duramente a Washington.
Las discrepancias a ambos lados del Atlántico quedaron reflejadas en el texto de conclusiones de los Veintiocho: el Consejo toma nota de «que los envíos de acero y aluminio de la UE han quedado temporalmente exentos de estas medidas» e insta a que esta exención tenga «carácter permanente» reza el texto. A pesar del tono duro acorde a las circunstancias, también dejan claro que la oferta al diálogo sigue viva.