Esa pieza que en ocasiones se antoja esquiva, la que buscamos todos con un fotógrafo al lado, este año estaba nada más cruzar la puerta del pabellón 7. De frente ocupando toda una pared las 24 fotografías de Santiago Sierra, una instalación que responde al nombre de «Presos políticos», entre cuyas imágenes se incluía a Oriol Junqueras y los «Jordis» junto a Andrés Bódalo o a los detenidos por la agresión de Alsasua y que estuvo colgada el martes, pues ayer, a primera hora de la mañana era retirada. El artista contestaba a la acción a través de las redes y hablaba de «censura» y la galerista se enteraba a primera hora de la mañana cuando desde la dirección de la feria Carlos Urroz le comentaba la determinación de Ifema de descolgar las obras. «Es una idea malísima que no comparto. La decisión parte de la presidencia de Ifema y a partir de ahí yo no tengo más que decir pero no me parece que hubiera que tomar ese camino». Ifema justificaba la criticada acción por entender que «perjudica la visibilidad» del conjunto. Y vaya si la había perjudicado porque ayer no se hablaba de otra cosa.
La tormenta no había hecho más que empezar. La galerista se convertía en una estrella asediada en una alfombra roja inexistente, más bien en un duro suelo de cemento. «¿No sabe Ifema lo que hace Santiago?», interpelaba De Alvear. «Yo creo que no querían problemas ni jaleo y con todo el follón que habéis organizado... Mía no es la responsabilidad. Yo no estoy en mi casa porque si lo estuviera no me quitaban nada», explicó. Continúa: «Yo lo que quiero es vender y volver el año que viene a la feria», frase con la que parecía que trataba de justificar la nula oposición a que la obra se retirase. «No tengo la sensación de que me haya autocensurado. Además, yo he dado permiso para que se la lleven», decía. Ponía la mano en el fuego por Urroz. ¿Debe dimitir? «Desde luego que no. Es el único que ha traído hasta aquí a supergalerías. Está haciendo ahora un gran trabajo», afirma.
Folletos a 10 euros
¿El futuro del que nos hablaba ARCO era esto? Con el jaleo de tiempos verbales en la cabeza, la octogenaria De Alvear, que confesó haber adquirido en el stand de la monumental Hauser & Wirth, a la vuelta de su stand, una pieza de Dan Graham por 350.000 euros, adelantaba que ya había un comprador interesado en la obra de Sierra, que finalmente se vendió a Tatxo Benet, socio de Jaume Roures, por 96.000 euros, precio final con IVA. Su intención sería llevar la obra a un museo, presumiblemente el Macba. ¿Y no sería todo, en el fondo una gran operación de venta? Helga de Alvear abre mucho los ojos antes de responder: «Sería la primera vez que vende algo». Pues le ha salido rentable. Además, en el stand no dejaban de vender folletos a razón de 10 euros. Hasta 200 despacharon. Y la tormenta, en vez de cesar, arreciaba.
La junta rectora avalaba la decisión de la dirección de retirar la obra, mientras desde el Ayuntamiento Manuela Carmena clamaba porque se volviera a colgar donde estaba. Finalmente la pared blanca dejó de serlo a media tarde cuando la ocupó una fotografía de Thomas Ruff que muestra una serie de maquinaria industrial alemana y que se vende a razón de 30.000 euros cada ejemplar. Los políticos también daban su opinión: Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, apeló a la libertad de expresión y criticaba la retirada al tiempo que Margarita Robles, portavoz parlamentaria del PSOE lo valorase positivamente: «Todo lo que contribuya a tranquilizar el ambiente y la crispación es positivo».
Galeristas y artista se pronunciaban contrarios a retirar la obra, la primera vez que ha sucedido en la historia de la feria: Eugenio Merino hablaba de «censura en España». Pérez Villalta asegura que no es amigo de «mezclar arte y política. Detesto a Santiago Sierra». El galerista Íñigo Navarro y Ana Martínez de Aguilar no compartían la decisión de Ifema y apelaban a la libertad de expresión. Desde Fernández-Brasso calificaban la acción como «una barbaridad». Para Miguel Marcos es un elemento de promoción para Sierra «que no me pilla de sorpresa», responde con sorma. Y desde Casado Santapau decían que «no es un decisión que tenga lógica». Para Ferran Barenbilt, director del Macba, «hay desde luego alguien que quiere que no se vea.». Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, ve preocupante que estos hechos no sean puntuales: «Si hay cosas que no se pueden debatir ni cuestionar es que tenemos un problema grave».