Contra la Real Sociedad, el Madrid jugó la mejor primera parte de la temporada, solo comparable a la del Sevilla, también en casa.
El público del Bernabéu llevaba tanto tiempo aburriéndose, tanto tiempo esperando algo así, que le dio al equipo un caluroso aplauso al descanso, tan caluroso que sonó distinto.
Al igual que aquel día contra el Sevilla, el Madrid comenzó marcando pronto. El gol más rápido. Lucas, antes de cumplirse un minuto, remataba de cabeza y con intención un centro de Cristiano.
La alineación de Lucas impedía que fuera cambiado en el 75, operación habitual de Zidane. Tanto que Lucas es el jugador que más veces ha jugado con él.
Lucas ha sido muy importante en los dos años de Zidane, y fue el mejor en la Copa. Su titularidad era justa y jugó a la altura. El gol importante y luego buenos pases y carreras. El partido empezó a su paso, con su velocidad.
El otro hombre importante de Zidane ha sido Casemiro. Casemiro ha sido fundamental, pero últimamente se le notaba mal, cansado o desacertado, y su alineación constante empezaba a despertar dudas. Casemiro es clave en lo más importante, pero ha habido muchos partidos durante el año en que bien podía haber jugado, como contra la Real, Kroos en el eje. Su pareja con Modric funcionó, estuvieron rápidos, ágiles.
Por las bandas estaban Lucas y Asensio, que jugó una media hora inicial perfecta. Le complican la vida a Zidane porque pidieron titularidad.
El Madrid comenzó presionando al rival, como si de verdad se estuviese jugando la Liga. La Real se ha convertido en un rival dócil en el Bernabéu. Es correcto, bonito de ver, pero falla en las áreas y en lo importante. Lo hacen bien un rato o durante treinta metros. El Madrid tuvo poco rival y la Real ni salió al ataque con convicción ni se supo defender. Han sido pocos los partidos en los que el Madrid ha podido correr este año.
Benzema tuvo un palo en el minuto 8, y después fallaría un gol cantado.
La Real respondió minimamente con algunos intentos personales de Canales y con dos subidas muy buenas de Odriozola, que en ataque es espectacular. Es más flojo atrás, donde sufrió con Asensio. El emparejamiento era para movilizar a todos los jeques futboleros.
Asensio hizo una jugada genial en el 22, salvando al rival con un toqu sutil y corriendo luego la banda con potencia. Todos los toques eran buenos, y él le abrió la jugada del 2-0, que Marcelo cedió a Cristiano.
Cristiano entró en calor. Le conocemos la mirada de determinación, la sonrisa ansiosa. El Cristiano de víspera europea. Le dio un gol cantado a Benzema, luego remató al palo. El Madrid corría contras que lanzaba un Modric casi devuelto a los años de Ancelotti. La alegría era nueva, desconocida. Parecia un partido de otra temporada, del canal de ligas pasadas.
Kroos remató el 3-0 con su tiro característico, colocado desde su lugar preferido (el pase fue de Lucas), y Cristiano consiguió el 4-0 rematando con poderío un córner.
Fueron 45 minutos refrigerados, sacados de una nevera o de una caja fuerte. Como pregrabados en verano. El Madrid de Zidane es tan raro que ni se supo cómo ganaba ni se ha sabido cómo dejó de hacerlo. La gente aplaudió en el descanso con sinceridad y alivio. Como si por fin entendieran algo.
La segunda empezó con unos pequeños silbidos a Benzema en uno de sus fallos. Al final, después de otro garrafal, fueron mayores. Parte de la afición, o casi toda, querría otra alineación ante el PSG. Se notó algo parecido en el cambio de Bale por Asensio.
La Real ofrecía poco. Illarra, habitualmente poco expresivo, reclamaba con las manos movimiento. Su toque paulatino no fructificaba en nada. Fue cuando el Madrid se echó atrás, a la espera de alguna contra clara, cuando la Real dominó falsamente la pelota. El partido ya no tenía historia y sobre el 60, un poco antes de lo habitual para Zidane, empezaron los cambios en los dos equipos. Bautista, una de las novedades, consiguió el 4-1 y Cristiano coronó su hat trick. La laxitud ya era mucha e Illarra maquilló el 5-2.
Zidane hizo una especie de “moonwalk” y acabó con la BBC en el campo.
La grada de animación inventó algo y una voz infantil coreó con el megáfono unos gritos. El chiquimadridismo o el chiquifondo renovó el ánimo general. Puede que deba explotarse esa idea.
Podría decirse que los últimos minutos el Madrid los jugó con la mente en el PSG. Pero eso no sería decir mucho. Ha sido así los últimos meses.
El partido acabó con bronca a Benzema y la atronadora música de la Champions. Sonaba en lugar del viejo himno. Vaya una ironía madridista.
