La división entre España y Portugal de las tierras descubiertas y por descubrir más allá del Océano como resultado del Tratado de Tordesillas de 7 de junio de 1494 generó tensión en la islas Canarias. Jacques de Sores fue el más criminal de todos. Buscando dinero de las nóminas de los soldados españoles en las Indias detectó un buque con religiosos y no paró hasta acabar con ellos.
Jacques de Sores era un sádico misógino y psicópata que quería llamar la atención y hacerse un nombre en el Atlántico. Cuando saqueó La Habana en 1555 se dedicó a acuchillar las imágenes de religiosas o quitarle la ropa a los santos y vírgenes para vestirse con ellas.
Los franceses atacaban porque la
bula del Papa Alejandro VI
no fue aceptada ni por Francia y menos por Inglaterra. Les prohibía exportar su especialidad: sembrar la división y producir daño a inocentes, industria nacional francesa en aquel periodo.
Los soberanos franceses e ingleses toleraron que sus corsarios atacaran sin piedad los intereses españoles en aguas europeas. Los protestantes franceses y británicos encontraron en el daño a intereses españoles cerca de Canarias una excelente fuente ingresos desde 1521.
Los corsarios que eran capturados eran condenados en España al ahorcamiento. Entre otros ataques, Guillaume Chaudet, un corsario protestante de Honfleur, se hizo con un importante cargamento de azúcar de Canarias. Entre 1536 y 1568 hay 37 buques atacados entre Península, Canarias y Azores.
Era un sicario que pedía a su tripulación que se fijaran bien por si veían sotanas en otros barcos
Las naves utilizadas por los corsarios calvinistas para ubicarse en Canarias eran redondas, a diferencia de las galeras, con dos o tres mástiles que se usaban para el comercio o la pesca a distancia y estaban equipados para atacar
.
«El Ángel Exterminador» era un obsesivo contra intereses españoles en el Atlántico - ABC
Maquinaria naval de muerte
Eran buques equipados con piezas de artillería, generalmente de pequeño calibre, bronce o hierro fundido, eran ágiles para reaccionar. Jacques de Sores ya era muy conocido por tomar La Habana en 1555 con 200 marineros. Durante un mes saqueó la ciudad en busca oro. Mató a españoles y esclavos negros. Quemó el puerto. Odiaba a España y estaba apodado como «El Ángel Exterminador».
A su paso por Canarias, se estableció a la altura de Tazacorte, en la isla de La Palma, donde capturó un barco en ruta a Brasil con escala en Santa Cruz de La Palma. En ese buque navegaban cuarenta misioneros jesuitas de nacionalidad española y portuguesa. Los misioneros fueron maltratados y arrojados al mar de manera sangrienta. Beatificados por Pío IX en 1854.
32 españoles, ocho portugueses
Fue el 15 de julio de 1570. El buque «Le Prince» interceptó al barco de los jesuitas, «El Santiago». Lo lógico sería que Jacques de Sores atacase a un barco procedente de América. El barco de los
integrantes
de la Compañía de Jesús iba a Brasil. Incialmente, creía que era un barco con dinero para nóminas rumbo a América. Pero a Jacques de Sores le dio igual cuando sus marineros le informaron: eran sacerdotes procedentes de la Península.
Ordenó disparos y abordar el barco de los religiosos. Empleó cinco de sus navíos para asediar al buque. Los jesuitas, con edades entre 20 y 30 años, fueron cayendo uno a uno. 32 eran españoles y ocho portugueses. El criminal pirata francés no encontraba nada de riqueza pero no dudó en degollarlos o mandarlos al mar heridos para impedirles nadar.
Santa Teresa
Era 1570 y, a más de 2.500 kilómetros, Santa Teresa de Ávila tuvo ese mismo día una visión de «entrar en el cielo vestidos de estrellas y con palmas victoriosas» a Francisco Pérez Godoy, que era primo-sobrino suyo y formaba parte de los jesuistas que iba a Brasil. Ignacio de Azevedo fue asesinado a golpe de espada y lanzado al mar.
El logroñés Gregorio Escribano, el extremeño de Jerez de los Caballeros, Juan de Zafra, o Juan de San Martín, de Yuncos, Toledo, nunca pudieron cumplir su misión religiosa en Brasil. Tampoco Francisco Alvarez, el navarro Juan de Mayorga, el vizcaíno Esteban Zurara, el toledado Afonso Baena, que fueron lanzados al mar previo apuñalamiento. El portugués Pedro de Fontoura fue semidecapitado. A Simón da Costa le cortaron la cabeza y la exhibirían al resto de los presentes. El dantesnto espectáculo de sangre delante de los sacerdotes que seguían rezando por el alma de los piratas, cosa que le pondría de los nervios.
Jacques Sore de Flocques apredió estas criminales artes en La Rochelle, base desde la que ataca buques por el Atlántico. Cuando supo que en el buque iban religiosos gritaría «¡Papistas!». Mientras los iba lanzando al agua uno a uno les espetaba «ve al fondo del mar y haz una Misa al Papa». Al tiempo, arrojaba cálices, misales y relicarios por la borda. Otros se los guardó.
Lugar bajo el agua en Tazacorte donde se recuerda a los 40 jesuitas asesinados - ABC
Y después fue a La Gomera
El galeón en el que iban los jestuitas partió de Madeira a La Palma el 7 de julio de 1570. Antes de llegar a La Palma ya habo problemas con los franceses pero los vientos les ayudó a escapar de los sádicos piratas. Por eso llegan a Tazacorte desesperados. Allí son atendidos por la familia Monteverde. El 13 de julio Ignacio de Acevedo hace una misa en la iglesia de San Miguel Arcángel de Tazacorte.
En el momento que estaba sumiendo el cáliz, Ignacio de Acevedo tiene la premonición de su muerte tras la partida de La Palma. Tal es la impresión que queda reflejada una mordida en el borde del cáliz
, que se conserva en la isla. Deja en La Palma una serie de regalos del Papa Pío V porque creía que iba a ser atacado. En la madrugada del 14 de julio parte en su galeón El Santiago. El 15 de julio fueron atrapados y asesinados. En cuestión de minutos organizó un baño de sangre en «El Santiago».
Los jesuitas sabían de los disparates corsarios franceses porque en La Habana, que fue atacada en 1555, consta en las cartas enviadas a Madrid que «este capitán se llamaba Jacques de Sores; era, según dicen, picardo o normando, grandísimo hereje luteran
o él, y todos los que con él venían, lo cual se parecía en las palabras que decían y obras que hacían. Porque, además de quemar los templos, se hallaron las imágenes acuchilladas (…), y robó la custodia y cálices, y de los ornamentos de la iglesia hicieron los soldados ropas y vestidos».
Jacques de Sores puso rumbo a La Gomera donde Diego de Ayala y Rojas, conde de la isla, le convence para que entregue a 28 rehenes y algunas piezas religiosas que tenía en su poder. El sacerdote Juan Sánchez fue el único religioso superviviente porque era cocinero. Trabajó para ellos hasta que regresaron a La Rochelle, donde escapó y regresó a España para contar la horrible historia.