Momodou Taal solicitó venir a Estados Unidos desde Gran Bretaña para estudiar en la Universidad de Cornell, al norte del estado de Nueva York. La carrera que había elegido era un doctorado en estudios africanos –el estudio de la población negra en África, la diáspora africana y en todo el mundo– y le concedieron el visado.
“Vine a estudiar a Estados Unidos porque a menudo se entiende que lo que ocurre en Estados Unidos se convierte en una conversación global”, declaró a CNN. “Como persona interesada en temas relacionados con la raza, quería conocer de primera mano la perspectiva estadounidense y, al mismo tiempo, contribuir a esa conversación”.
Pero, tras participar en protestas por la guerra de Israel contra Hamas en Gaza, fue suspendido, lo que amenazó su visado y su derecho a permanecer en Estados Unidos para estudiar, un escenario que algunos creen que podría volverse más común durante el segundo mandato del presidente electo Donald Trump.
Trump arremetió contra las protestas estudiantiles en la campaña electoral de 2024, y la plataforma de la Convención Nacional Republicana propuso “deportar a los radicales pro-Hamas y hacer que nuestros campus universitarios vuelvan a ser seguros y patrióticos”, generando incertidumbre sobre el futuro entre los estudiantes internacionales. Aunque Trump también sugirió que los estudiantes internacionales que se gradúen en instituciones estadounidenses reciban la “green card”, sus planes se han centrado mucho más en expulsar a los inmigrantes indocumentados que en acoger a nuevos estadounidenses.
Taal, nacido en Gambia, fue uno de los miles de estudiantes que se manifestaron en apoyo de los civiles palestinos después de que Hamas atacara Israel el 7 de octubre de 2023 e Israel enviara sus soldados a Gaza para erradicar a Hamas. Mientras las protestas se apoderaban de decenas de campus de todo EE.UU. el pasado otoño, declaró a CNN que el movimiento al que pertenecía era antirracista y que aborrecía las matanzas de civiles en todos los bandos.
Pero para Cornell, él y otros estudiantes fueron demasiado lejos. En abril, la entonces presidenta de Cornell, Martha E. Pollack, escribió una carta a su comunidad lamentando las protestas por infringir las normas de la universidad, ser lo bastante ruidosas como para que se oyeran en las aulas y “desviar personal y recursos sustanciales de seguridad pública y vida estudiantil de otros asuntos importantes”.
Taal fue suspendido primero por su papel en una acampada propalestina y después por perturbar una feria de carreras a la que asistían contratistas de defensa, según el periódico independiente del campus The Cornell Daily Sun.
Con la segunda suspensión, el visado de Taal perdió su validez y la administración de Cornell le aconsejó por carta que abandonara Estados Unidos lo antes posible.
Los estudiantes internacionales de todo el país pueden enfrentarse a este mismo dilema: quieren defender sus creencias, pero si se oponen a su universidad, pueden perder no solo su plaza, sino su derecho a estudiar en Estados Unidos. Y la presión puede aumentar con la administración Trump entrante.
“Es una preocupación legítima”, dijo Jill Allen Murray, subdirectora ejecutiva de políticas públicas de NAFSA: Asociación de Educadores Internacionales, especialmente dada la retórica nacionalista de Trump durante la campaña electoral.
Dijo que era demasiado pronto para saber lo que podría suceder a los estudiantes internacionales que participan en las protestas, pero que su organización estaba preparada.
“Seguiremos equipando a nuestros miembros en los colegios y universidades estadounidenses con información para ayudar a asesorar a los estudiantes internacionales sobre las implicaciones de visado e inmigración de su actividad de la Primera Enmienda dentro y fuera del campus”, dijo Murray.
La Alianza de Presidentes sobre Educación Superior e Inmigración –un grupo de líderes de universidades y colegios estadounidenses– emitió un comunicado al día siguiente de la elección de Trump en el que subrayaba su compromiso con todos los estudiantes que no son ciudadanos estadounidenses, afirmando que su participación en la educación estadounidense aportaba nuevas perspectivas y era “esencial” para la futura fuerza laboral y el liderazgo de Estados Unidos.
“Si se introdujeran medidas para penalizar a los estudiantes internacionales por participar en la expresión legal, la alianza trabajaría con nuestros socios para apoyar a estos estudiantes y campus”, dijo Miriam Feldblum, directora ejecutiva del grupo, a CNN.
La suspensión de Taal se produjo meses después de que se hicieran amenazas anónimas de matar a estudiantes judíos en Cornell, aterrorizando a la gente en su campus del norte del estado de Nueva York. Según el abogado defensor de Taal, las amenazas se debieron a un estudiante que sufría problemas de salud mental. El estudiante fue condenado a 21 meses de prisión, pero la tensión siguió siendo alta en el campus.
“La universidad se convierte en un campo de batalla entre muchos, y es un campo de batalla de ideas y ahora mismo, creo que hay una tendencia a replantearse los tipos de estudiantes que estos lugares quieren crear”, dijo Taal a CNN. “No parece que la universidad, en particular Cornell, esté pensando o queriendo construir los tipos de estudiantes que son moralmente conscientes y se preocupan por los problemas del mundo”.
Por su parte, Cornell dice en su sitio web que su misión es “descubrir, preservar y difundir el conocimiento, educar a la próxima generación de ciudadanos del mundo y promover una cultura de amplia investigación en toda la comunidad de Cornell y más allá de ella”.
Taal contaba con el apoyo en el campus de sus profesores asesores y fuera de él de personas como el senador independiente por Vermont Bernie Sanders. Cornell le ha restituido ahora su condición de estudiante –preservando su visado–, pero dice que no se le permite entrar en el campus ni dar clases como hacen otros estudiantes de posgrado. Taal dijo que “no tiene fe” en la administración de Cornell.
“Hay una forma en que la universidad presenta lo que está sucediendo bajo el disfraz de la ley y el orden, porque cuando se habla de ley y orden, se está apelando a un grupo particular de personas, normalmente, las fuerzas de derecha en este país. Pero, en el fondo, de lo que se trata es de que la ley y el orden se convierten en armas y se ponen en práctica para reprimir el discurso propalestino”, afirmó.
CNN se puso en contacto con Cornell para que comentara el caso de Taal. La universidad se negó a responder a las preguntas, pero se remitió a una declaración del presidente interino, Michael I. Kotlikoff, del 30 de septiembre, y a otra de Joel M. Malina, vicepresidente de Relaciones Universitarias, del 10 de octubre.
La declaración de Kotlikoff decía que la interrupción de la feria de carreras en la que estaba presente Taal “no fue una concentración pacífica o inofensiva, como algunos la han descrito”, y las comunicaciones decían que había varios niveles de apelación a disposición de los estudiantes.
Taal dijo que esperaba un impacto de la reelección de Trump. “Sé que esto siempre va a… con el tipo de agenda ‘America First’, afectar desproporcionadamente a aquellos en posiciones precarias, como los estudiantes internacionales”.
Y Taal, que eligió específicamente Estados Unidos para sus estudios de doctorado, dice que cada vez está más desilusionado con Estados Unidos.
“Tenía la impresión de que EE.UU. valora la libertad de expresión, pero eso ha cambiado”, dice. “Se promueve el discurso que incita al odio, pero no se tolera el que critica la política exterior estadounidense”.
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