“Emilia Pérez”, la película escrita y dirigida por el francés Jacques Audiard ha provocado reacciones extremas y con mucha razón.
Por un lado, están los que la bautizan como un musical “audaz” sobre la historia de un renacimiento o una película “visionaria” llena de actuaciones célebres, hasta un filme que presenta la mirada transexual en el cine. Se alaba sobre todo, que tenga a tres latinas como protagonistas.
Y por el otro lado, están los que destacan el detalle más importante que está siendo ignorado: que su problema principal es que a pesar de que su historia se desarrolla en México, con una trama y personajes mexicanos, de mexicana no tiene casi nada.
“Emilia Pérez” se estrenó el 18 de mayo de 2024 en la 77ª edición del Festival de Cannes y fue seleccionada para competir por la Palma de Oro en su sección de competencia principal. En dicho festival ganó el Premio del Jurado y su elenco femenino ganó colectivamente el premio a Mejor Actriz.
Siendo mexicana, estaba intrigada por “Emilia Pérez”, su representación y sus alcances. Al estar ya disponible en la plataforma Netflix eso fue sencillo.
Confieso que lo hice por inercia, al leer los titulares de que según algunos críticos —sobre todo estadounidenses anglosajones y españoles— era una obra maestra, pero también lo hice motivada un tanto por la curiosidad de ver qué tanto podía hacer por una narrativa mexicana un realizador francés.
La vi antes que se anunciaran las nominaciones a la 82ª edición de los Globos de Oro, con las cuales arrasó. Tiene diez nominaciones, entre ellas Mejor Película Musical o Comedia, Mejor Película de Habla no Inglesa, Mejor Actriz en una Mejor Película Musical o Comedia —para Karla Sofía Gazcón—, Mejor Actriz de Reparto —en la que están Zoe Saldaña y Selena Gómez—, Mejor Director y Mejor Guión.
“Emilia Pérez” no es la primera vez, ni será la última, que un extranjero cuente su visión, real o imaginada, de lo que es o cree que es México. Esto es algo recurrente, donde parece que la cultura se “eleva” o es “salvada” cuando es vista a través de los ojos de otros.
Históricamente, el director ruso Serguéi Eisenstein lo hizo en su filme no terminado, “¡Viva México!” (1930), o el mismo Luis Buñuel en “Los Olvidados” (1950) —que también tuvo críticas y cuya versión original fue censurada y se tuvo que grabar un final alternativo— ya se habían atrevido a presentar su visión de México; en sus casos, también hubo controversia, pero con buenos resultados.
Esto porque tanto Eisenstein como Buñuel lo hicieron con conocimiento de causa del México de la época en que vivieron en el país, no en lo que inventaron a la distancia.
En sí, de entrada, la trama e historia de “Emilia Pérez” no es para nada mala, todo lo contrario, pero es su tratamiento y la apropiación cultural hecha tan mal.
Se centra en la historia de Rita Mora Castro, interpretada por la actriz dominicana Zoé Saldaña, quien un día recibe una oferta inesperada: ayudar a Juan “Manitas” del Monte (interpretado por la actriz española Karla Sofía Gazcón), un temido jefe de un cártel mexicano a retirarse de su negocio y desaparecer para siempre, convirtiéndose en la mujer que él siempre ha soñado ser haciéndose llamar Emilia Pérez.
Si bien, como hombre “Manitas” es un narco verdugo, como mujer Emilia se vuelve la santa patrona y salvadora de los desaparecidos, llegando casi al nivel de una santa, virgen y mártir, con claros rasgos europeos, como las imágenes de todos los santos usadas en el adoctrinamiento.
Pero lo que sí es muy extraño es el tratamiento de la historia de “Emilia Pérez” que, pese a desarrollarse en México y con personajes supuestamente mexicanos, no representa bien la cultura y sí presenta una visión equivocada de México y su realidad.
Se podrá argumentar que un buen director y un buen actor pueden realizar y actuar lo que se les dé la gana, que es parte del oficio, pero eso aplica a cuando hay un conocimiento de causa y cuidando la autenticidad de la historia.
Tampoco es nada nuevo que un español interprete a un personaje mexicano, sobre todo en Hollywood. Por citar un ejemplo, Antonio Banderas lo hizo varias veces, aún cuando hay actores de origen mexicano.
Esto en filmes mexicanos también ha pasado, como fue en su momento la actuación del actor español Óscar Jaenada en 2014 en la película semi biográfica sobre “el mimo de México”, Mario Moreno “Cantinflas”.
Aunque actoralmente fue una interpretación que se basó en el parecido físico y el actor de alguna manera dio la talla, a la distancia de una década, puedo decir que su origen ocasionó que la representación de un icono mexicano no tuviera ni diera las referencias culturales de Cantinflas por ser un actor español ya que, efectivamente, pese a todo, es apropiación cultural. Como diría el mismo Cantinflas: ahí está el detalle.
Es por eso que “Emilia Pérez” no hace nada por México; sólo se apropia de la cultura y de la identidad en tiempos que hablamos y reforzamos que la identidad y la autenticidad de los contenidos es lo más importante, una conversación sobre todo necesaria en Estados Unidos.
Sobre todo en Hollywood, donde los latinos seguimos siendo representados desde una visión eurocentrista que niega la raíz de los pueblos originarios con su color de piel más “café”, con los rasgos nativos y, en algunos casos, afrolatinos, esos que han prevalecido a través de los siglos y donde seguimos siendo retratados como un estereotipo.
Se habla mucho de la importancia de “verse” en los contenidos, pero no en cómo somos retratados y por quién. Eso también importa y mucho.
Decir que esta película es protagonizada por tres actrices latinas no es lo correcto. Gascón es española, Saldaña dominicana y Gómez de raíces mexicanas.
Usar los términos en forma intercambiable no es correcto.
“Hispano” se refiere a una persona nacida en un país donde se habla español o que tiene ancestros hispanos y “latino” a una persona nacida en Latinoamérica o que tiene ancestros latinoamericano y también hace eco a las raíces de los pueblos originarios de América.
Sin embargo, los brasileños no pueden identificarse como “latinos” porque su idioma es el portugués y los españoles son hispanos, pero no latinos.
En su contexto más amplio, el término “hispano” sigue dando una representación que no va con la myor parte de la identidad mexicana y latina.
Si bien somos mestizos por aquello de la conquista, la identidad real tiene más de los pueblos originarios que de los españoles y aunque nuestros apellidos no sean “nativos”, nuestros rasgos y nuestro origen lo son mayoritariamente dejando a un lado mitos como eso de que en la conquista “le mejoraron la raza” a los pueblos originarios.
En el caso de la protagonista de “Emilia Pérez” el origen y aspecto de la actriz, cae en el sistema de castas que en México fue impuesto desde el tiempo de la Conquista para dar dominio al “conquistador”, porque “Emilia” no es lo que llamamos en México una “güera de rancho”: es una “tía” muy europea.
Recientemente el que estuvo en el foco de la crítica fue el actor, comediante y director mexicano Eugenio Derbez por criticar el desempeño actoral de la actriz y cantante de origen mexicoestadounidense Selena Gómez, en especial por su acento al hablar español. Su “osadía” le valió incluso perder seguidores en redes sociales.
Aunque por un lado, su acento es lo único que puede considerarse auténtico de este filme, es el acento “pocho” de Selena interpretando a Jessi Del Monte, la mujer del “Manitas” y madre de sus hijos, que no es preciso en ese contexto. Jessi es como Selena, nacida y criada en Estados Unidos, pero aún así, su interpretación no es natural. Suena tan falso como forzado.
Entonces ¿cuáles son los “peros” que se le ponen a Emilia Pérez?
Empezaré por lo básico: sus diálogos en un español para nada mexicano. ¿Quién los tradujo? ¿Acaso la inteligencia artificial o Google translate? No tiene nada de malo usar las herramientas de traducción, agilizan el trabajo. Pero lo que se pasó por alto fue la edición de alguien que hablara el español mexicano, con sus propias palabras y diálogos.
Seguimos con el casting. Si bien se aplaude la actuación de Carla Sofía Gascón, al ser ella española no da la mexicanidad necesaria del personaje. En las escenas de “Emilia Pérez”, a Gascón a la hora de hablar se le escapa el seseo, que es la característica fonético-fonológica propia de España y que no se calcó en México durante los años que fue colonia.
También está el acento de Zoé Saldaña que, aunque su personaje aclara en una escena que es originaria de República Dominicana y se mudó a Veracruz siendo niña, ya en la edad adulta y madura en la que se encuentra hubiera perdido el acento. También el acento de Selena Gómez.
En el caso del idioma, si bien el español no es igual, varía del país y región en el que se habla. Lo que hablamos y la manera en la que cada país lo habla se le denomina de manera un tanto despectiva, “dialecto”, pero refleja una cultura, una historia, un modo de vida.
El español que se habla en “Emilia Pérez” no llega ni al supuesto español neutro. Y no olvidemos que por ser una historia supuestamente mexicana, debería notarse que en “Emilia Pérez” se habla mexicano y no es el caso.
A pesar de que es muy importante, lo de los acentos no es lo más grave de “Emilia Pérez”.
Lo más peligroso y problemático es su romantización de un México inventado y que maneja temas tan delicados como el narcotráfico y los desaparecidos.
Que otros se dediquen a contar nuestras historias sin ni siquiera tomarse el tiempo para estudiarlas y representarlas como se debe, por simple respeto, es demasiado problemático.
Si el realizador de “Emilia Pérez” se hubiera dedicado a investigar más sobre el idioma mexicano, los usos, costumbres del país y sobre todo, no abordar tan a la ligera temas que son problemáticos para México, otro gallo le cantaría.
Y traer a tema a “Emilia Pérez” en Estados Unidos, importa y mucho. Los mexicanos somos la mayoría del tan llamado “mercado hispano” ya que somos más de 37 millones de los 50 que integran ese mercado, según las cifras del Pew Center. Por lo tanto, el mercado es más latino.
Sin embargo, aunque a Estados Unidos y Hollywood les encanta nuestra cultura y no se diga nuestra comida, parece que no les gusta cuando nuestras historias y nuestras tradiciones son presentadas o representadas por nosotros. En sí, les gusta México, pero no que venga con mexicanos.
Posiblemente “Emilia Pérez” gane más premios, pero a costa de la apropiación cultural y de representar una vez más, mal a México y a la identidad mexicana. Debemos aprender de la diferencia de nuestras culturas, esas que nos hacen quienes somos y aprender del otro, no querer imponernos.
Somos capaces de contar nuestras historias, con todos sus matices e identidades y la historia de “Emilia Pérez” no es mexicana ni latina ni representa.
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