El Atlético viaja en globo en este tramo de la Liga exprés. Ofreció un tono eficaz en su estado dulce ante el Mallorca agobiado y su fascinante japonés Kubo, una zurda deliciosa. Dos goles de Morata allanaron el camino de un equipo que se afianza en la tercera posición.
El equipo en transición del que habla Simeone ha traspasado la barrera fronteriza de la incertidumbre. El Atlético juega con desparpajo, soltura y atrevimiento. Virtudes que se hacían impensables en el afanoso invierno de resultados cortos, ocasiones mínimas y delanteros ofuscados que transmitían estrés porque fallar un gol era sinónimo de no ganar un partido.
El Atlético de después de la pandemia ha mudado la piel. En vez de defenderse tocando el codo a Oblak, ejerce una presión muy alta, se desplaza al campo contrario para molestar. Sus jugadores parecen más rápidos y confiados en sus habilidades. Koke ha recuperado el tono de hace años y mueve a la tropa con velocidad, al primer toque, sin pase atrás. Joao Félix no se tapa en la timidez, sino que pide el balón e interviene. El juego fluye cuando él la toca, aunque es intermitente y a muchas veces parece falto de confianza.
Marcos Llorente ha alcanzado un estatus exclusivo en el fútbol: es desequilibrante. Su velocidad apabulla, sus giros felinos deciden y su serenidad en el área genera peligro. Carrasco crece cada tarde hasta la versión que lo anunciaba como figura, siempre optimista con su regate y aceleración. Y hasta Morata, el que peor cara tenía y más dudas ofrecía por su carencia de goles, dio un paso al frente al reclamar la revancha en la repetición del penalti (Sedlar había entrado antes de tiempo en el área e intervino en el despeje).
El partido tuvo nivel y un ritmo estupendo porque el Mallorca no especuló en el Wanda vacío. Se enganchó a una zurda de fábula, el japonés Kubo, una bota que recuerda sin exagerar a Messi, para inquietar a los fornidos defensas colchoneros. Antes del primer gol de Morata, Kubo dio una masterclass de elegancia, técnica, velocidad y toque.
No llegó el tanto que perseguía el Mallorca en zona de máxima angustia y el Atlético es un equipo que no perdona tibiezas. Morata chutó con decisión el penalti y quince minutos después se desmarcó con oficio para recibir el enésimo pase intencionado de Llorente por la derecha. 2-0 y el Atlético transportado a los orígenes del cholismo, sin recibir gol, poderoso en defensa y productor de una batería de oportunidades antes del descanso.
El Mallorca, que se ve con el agua al cuello y de nuevo en Segunda, interpretó su posición con gallardía. Acosó a su rival, lo empujó hacia Oblak, buscó el gol con los cambios y en cierta manera se adueñó del Wanda. Asumía así el riesgo del contragolpe rojiblanco, mucho más con los cambios de Simeone, que dio entrada a Vitolo, Correa y Diego Costa.
El recital de Kubo empezó a desvanecerse, agotado el japonés de la zurda sedosa, y el Mallorca eligió otra vía a partir de LagoJunior, inquietante su velocidad para Trippier. Como DiegoCosta ya no es la pantera que fue, al Atlético le costó materializar sus destellos a la contra. Lodi chutó al larguero y antes de que el Mallorca prosiguiera con sus sueños, Koke cerró el partido con el tercer gol.