Nadie como The Cure, paladines góticos y probablemente el grupo menos playero que uno pueda echarse a las orejas, para despedir el verano como se merece: fundiendo a negro y avivando la depresión postvacacional. «El último día de verano / Nunca me sentí tan viejo», canta Robert Smith. Y se le entiende todo. Porque el último día de verano es el final de muchas cosas. Mueren los amores de estío, se esfuma ese paréntesis vital entre rutina y rutina que son las vacaciones y reaparece, brutal, el día a día de despertador y oficina. Si a esto le añadimos la voz de dulce apocalipsis de Smith y el tono lúgubre de un disco con el que los británicos se reencontraban...
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