Retirar dinero en efectivo de un cajero automático es una práctica común entre los clientes bancarios. Muchos usuarios eligen imprimir el comprobante de la operación, pensando en la utilidad de contar con una evidencia física que respalde la transacción realizada. Sin embargo, este recibo, aparentemente inofensivo, puede convertirse en un riesgo para la seguridad financiera de quienes lo utilizan sin precaución.
Los comprobantes emitidos por los cajeros automáticos contienen información confidencial que, en manos equivocadas, podría ser usada para cometer fraudes. Datos como los últimos dígitos de la tarjeta bancaria o incluso información personal reflejada en el documento pueden ser aprovechados por ciberdelincuentes. Aunque no contienen el número completo de la tarjeta ni el PIN, los fragmentos de información pueden ser combinados con otros datos para llevar a cabo actividades fraudulentas.
Para protegerse de posibles ataques, los expertos recomiendan limitar la impresión de estos comprobantes. En lugar de ello, es más seguro verificar el saldo y las transacciones directamente en el cajero automático o mediante las aplicaciones móviles de los bancos.
Si se opta por imprimir el comprobante, es fundamental destruirlo adecuadamente antes de desecharlo, cortándolo en pequeños pedazos o triturándolo. Este simple paso evita que personas ajenas accedan a información sensible, bloqueando así posibles intentos de fraude.
En el caso de los pagos realizados con tarjetas, el comprobante del terminal punto de venta (TPV) es otro elemento a considerar. El Banco de España aconseja conservar este resguardo, ya que permite verificar que el importe cargado en la tarjeta coincide con el precio de la compra.