Una técnica basada en ultrasonidos focalizados de alta intensidad (HIFU) está demostrando su eficacia para mejorar el control de síntomas de algunos trastornos del movimiento, sin cirugía y con resultados inmediatos
Hablar de trastornos del movimiento, dolencias neurológicas que se exteriorizan sobre todo con alteraciones del control motor, es hacerlo de temblor esencial y de enfermedad de Parkinson, así como de distonía, entre otras. En la mayoría de los casos, estos trastornos del movimiento se manifiestan con lentitud o pobreza de movimiento, en otros con movimientos involuntarios anormales por exceso y también en una alteración en el patrón de los movimientos voluntarios.
Cualquiera que sea el caso, los temblores son como un ladrón que priva a quien los sufre de las habilidades básicas necesarias para desenvolverse con normalidad en la vida diaria, como abrocharse una camisa o comer. En España, y según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), unas 20.000 personas padecen distonía, considerado el tercer trastorno del movimiento más frecuente, por detrás de la enfermedad de Parkinson y el temblor.
El camino de la tecnología médica ha dado pasos de gigante en el tratamiento de estos trastornos neurológicos, como el ultrasonido focalizado de alta intensidad —HIFU, en sus siglas inglesas—, que se aplica en la Fundación Jiménez Díaz para tratar el temblor refractario, la distonía local y el dolor neuropático.
Los avances en la estimulación cerebral profunda son más específicos, personalizados y efectivos. El uso de HIFU guiado por resonancia magnética “es una novedosa técnica que se emplea para eliminar o reducir el temblor que padecen pacientes diagnosticados de temblor esencial o de enfermedad de Parkinson”, afirma el Doctor Joaquín Ayerbe Gracia, especialista del Servicio de Neurocirugía de la Fundación Jiménez Díaz.
Este nuevo tratamiento se plantea como una eficaz alternativa a la cirugía de implantación de neuroestimuladores cerebrales porque consigue controlar los síntomas de varios trastornos del movimiento con una mayor simplicidad de ejecución y a través de un procedimiento mínimamente invasivo. Y lo hace mediante la realización de pequeñas lesiones de alta precisión en ciertas dianas cerebrales para interrumpir el circuito cerebral del temblor.
Esta interrupción es posible enfocando múltiples haces de ultrasonidos de alta intensidad sobre el punto diana en el cerebro. Una de las ventajas de esta técnica es que no es necesario realizar ninguna incisión, como reconoce la Doctora Cici Feliz, especialista del Servicio de Neurología del mismo hospital y coordinadora en él, junto a Ayerbe, de la aplicación de esta técnica: “estamos frente a un tratamiento mínimamente invasivo, de alta precisión y efectividad, seguro, ajustable, que disminuye la dependencia a la medicación y mejora la funcionalidad y la calidad de vida de los pacientes”.
Este tratamiento, que no dura más de tres o cuatro horas en una sola sesión, no implica realizar ni heridas quirúrgicas en el cráneo ni la implantación de dispositivos electrónicos que requieren que se haga un control periódico para el ajuste de parámetros. Es más, se realiza con el paciente despierto, en una sala de resonancia magnética, y la “estancia hospitalaria se limita a una noche de ingreso tras la aplicación del tratamiento para observación”, reconoce el Doctor Ayerbe.
La eficacia de esta técnica se ha demostrado en el control del temblor refractario, como el temblor esencial y el parkinsoniano, así como en casos de distonía focal y dolor neuropático, “pero no es un tratamiento para la enfermedad de Parkinson avanzada porque existen técnicas más específicas que permiten abordar de forma integral los distintos síntomas de la patología”, afirma la Doctora Feliz.
Los efectos aparecen a corto y medio plazo, con resultados similares a los que se consiguen con el tratamiento quirúrgico con neuroestimulación cerebral profunda (DBS), aunque ninguno de los dos abordajes llega a curar la enfermedad.
La Fundación Jiménez Díaz, tercer hospital público de la Comunidad de Madrid que incorporó esta técnica a su cartera de servicios, ha tratado ya a dieciocho pacientesmayores de 70 Años con éxito , , dieciséis de ellos con temblor esencial y dos con enfermedad de Parkinson . La experiencia clínica demuestra que la reducción del temblor inmediatamente después del tratamiento es posible entre el “50% y el 90% de los casos, mejoría que disminuye ligeramente con el paso del tiempo pero que mantiene un buen control del temblor durante varios años”, reconoce la Doctora Feliz.
A la pregunta sobre quién puede someterse a este tipo de tratamiento, por el momento, las condiciones para acceder pasan por tener un diagnóstico de temblor esencial o enfermedad de Parkinson tremorígeno aislado, con una situación incapacitante que cumpla criterios de refractariedad al tratamiento farmacológico, no tener indicadas otras técnicas alternativas lesionales o de neuroestimulación, como la cirugía, o ser rechazadas por el propio paciente.
Para la Doctora Feliz, “es fundamental que el paciente conozca la técnica y pueda colaborar de forma activa durante la fase de tratamiento”. Por ello, fijan una edad límite de 85 años, aunque dependerá de la situación basal del paciente. Aunque se trata de una técnica bien tolerada, no puede aplicarse en las personas con claustrofobia o con trastornos psiquiátricos o cognitivos severos, así como en pacientes con enfermedades cardíacas inestables o con tratamientos anticoagulantes que no puedan ser suspendidos durante una semana tras la intervención. “Tampoco se puede realizar en pacientes con implantes metálicos en el cerebro por una cirugía previa”, advierte el Doctor Ayerbe, que admite también que “la previsión del hospital es aumentar progresivamente el número de pacientes intervenidos con HIFU hasta una actividad sostenida de al menos cuatro casos al mes”.
Este éxito inicial no solo confirma la aptitud del HIFU como tratamiento para los síntomas del temblor esencial, sino que abre la puerta a aplicarlo en pacientes más jóvenes y en casos más complejos, como las personas con Parkinson en las que predomina el temblor. La clave del éxito no solo está en la técnica sino en el trabajo multidisciplinar que se lleva a cabo entre los servicios de Neurología, Neurocirugía y Neurorradiología.
Por un lado, la Unidad de Trastornos del Movimiento del Servicio de Neurología que lidera el Doctor Pedro García Ruiz se encarga de seleccionar a los pacientes y hacer un seguimiento. Al mismo tiempo, el equipo de Neurocirugía, representado por la Doctora Mónica Lara, es el que ejecuta la intervención, mientras el equipo de Neurorradiología, con las doctoras Julia Montoya y Cristina Ordóñez como responsables para este tratamiento, se encargan de las labores de resonancia magnética.
El tratamiento con HIFU no es curativo, lo que busca es aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas. Se trata de una técnica que se puede aplicar en el otro miembro pasados unos 9-12 meses, “en caso de ser incapacitante, ya que solo se trata una extremidad en cada intervención”, afirma el Doctor Ayerbe, que reconoce que “solo se han publicado unos pocos casos en los que se obtenido buen resultado” cuando se ha tratado el mismo miembro una segunda vez.
Otro factor limitante de la técnica viene de la lesión térmica que produce en el núcleo cerebral y cuyo mal funcionamiento es el que provoca el temblor. “Los riesgos, muy poco frecuentes, son derivados de una falta de precisión que genere lesión térmica en zonas no deseadas alrededor del núcleo”, afirma el Doctor Ayerbe, y que podría provocar problemas como alteraciones sensitivas, en el habla, inestabilidad al caminar o pérdida de fuerza en extremidades. Hablamos de complicaciones que podrían resolverse en unos meses, aunque en ocasiones son irreversibles.